Hugo Scalesa: memorias de un ferroviario





Anecdotario de un maquinista en tiempos de cambios ferroviarios

Hugo Scalesa de 74 años, Sanantoniense de nacimiento, Ingreso al ferrocarril nacional el 28 de agosto de 1960 y estuvo en servicio hasta su jubilación en 1997 en tiempos de SEFEPA, inicio como aspirante a foguista y luego rindió alcanzando el cargo de Maquinista, acumulando 37 años de servicios. En ese tiempo recolectó experiencia laboral, historias y anécdotas.

Luego de la debacle ferroviaria producto de la privatización menemista de principios de los noventa, la provincia quedó sin un servicio importante. El gobierno de Menem, priorizando intereses neoliberales, había dejado a su suerte al ferrocarril que unía Buenos Aires con Viedma y Bariloche, privando a un sector de la población rionegrina de un transporte vital. Los empleados ferroviarios quedaron sumidos en gran incertidumbre laboral y los pobladores sin el tren.

El gobierno provincial, a cargo de Eduardo Masaccessi, procuró impedir que  el ferrocarril quedara inoperativo. Se adquirieron locomotoras y vagones en RENFER de España y se re inauguró la prestación bajo la tutela de una nueva empresa llamada Servicio Ferroviario Patagónico o SEFEPA con un “remanente de 105 empleados de los cuales 4 eran conductores” recordó Scalesa. “El 1 de septiembre de 1993 partió el primer tren del nuevo ferrocarril uniendo Bariloche con Viedma” añadió con una mirada nostalgiosa. “El servicio implicaba un gran sacrificio por la escasez de personal  pero los muchachos eran de “fierro”. Ninguno faltaba al trabajo”.

foto 1 Ruben ScalesaInterrogado como era el servicio ferroviario entre San Antonio Oeste, Bahía Blanca y Constitución recordó con amargura que solo se pudo mantener “por un año, ya que era imposible afrontar los gastos del peaje que le cobraban a SEFEPA empresas a cargo de ramales bonaerenses”. Cuando se le preguntó que tipo de peajes, rememoro que para transitar por la provincia de Buenos Aires tenían que desembolsar dinero por el uso de vías.  Un pago innecesario, en su opinión, ya que todo el material por donde rodaba el tren (vías, estaciones, etc.) era propiedad del estado.

Al interrogárselo porque estas dificultades para servir a los intereses de los más humildes de nuestra provincia, dijo que todo radicaba en las confrontaciones políticas. “Recuerdo que, después de celebrarse elecciones, alguien durante la noche corto el candado del cambio de vía principal de la estación Maquinchao, lo que pudo tener graves consecuencias ya que pudimos impactar contra otros vagones”.

Esta acción para su entender, no tenía explicación a no ser que se hiciera daño por fanatismo. “Hacíamos muchos sacrificios para correr trenes en la línea Sur pero inadaptados no querían que la empresa funcionara. Pienso que el fanatismo; que hoy continúa; nos lleva a esto. Lo que ahora comento, ha quedado registrado en las estaciones de Maquinchao, Viedma y en la Policía de Río Negro”.

Se acordó de “personalizaciones del servicio”. Cuando se pidió que aclare dijo que el tren cumplía una función social importante. Por ejemplo, a veces aparecían puesteros en medio del campo que hacían señales para que el tren se detenga. Una vez frenado el convoy, subían y eran trasladados sin costo o bien, se llevaba “la encomienda” que esta gente enviaba a otras personas. También transportaban agua para abastecer bebederos de algunos puestos en el campo.

Entre otros recuerdos, menciona un hecho que pudo tener graves consecuencias. Dijo que, una mañana cuando corrían el tren entre las estaciones Los Menucos y Sierra Colorada, observan una ambulancia “con las cuatro ruedas para arriba”. Detuvieron el tren, bajaron muchos “y entre todos, auxiliamos a la única persona que se encontraba en el lugar, a la que subimos al tren y lo dejamos en la Policía de Sierra Colorada. Luego me enteré que se trataba del médico de la localidad. Por suerte el accidente no fue muy grave”.

Cuando se le preguntó como se sentía de haber trabajado en el ferrocarril en tiempos tan difíciles, dijo que se encuentra “realizado por el trabajo que hice y por haber cumplido. Ustedes tienen que saber que a veces trabajábamos entre quince y veinte horas por día para llevar agua a los albergues de Aguada Cecilio, Nahuel Niyeu, O Connors y Palacio. Todo esto me llena de orgullo y me hace sentir bien, observar que el servicio ha mejorado, sobre todo gracias a los fletes de caliza para Alpat”.

Marcelina Painemil – Marcelo Pesaresi

(Equipo de Investigación Histórica de InformativoHoy)

Fuente Consultada: Museo Histórico Municipal

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