Los sonidos de la personalidad





¿Qué es tener una personalidad?  ¿Habrá un negocio que la venda? Y si este negocio existiese:  ¿algunas personalidades serían más caras que otras?, ¿habría ofertas? El cliente entusiasmado entraría a ese negocio y diría: quiero una personalidad alegre, aventurera y lo suficientemente fuerte como para que la realidad no me la parta…

Es interesante pensar a la personalidad como una posesión, casi como un objeto,  o un titiritero que desde adentro nos comanda mientras nosotros ni siquiera lo sabemos. Uno no dice soy una personalidad, porque ya se remarca una especie de importancia, y de ahí su relevancia que roza lo exclamativo: ¡toda una personalidad!

El hecho de tener o poseer algo (en este caso una personalidad) va de la mano con su ausencia. Podría decir: he perdido mi personalidad: ¿alguien me ayuda a buscarla? O también, me la robaron y ni cuenta me di, y decirle al comisario: vengo a realizar una denuncia: me robaron la personalidad. En cambio, ser una personalidad lleva una cierta fijeza en la identidad, una estructura que se manifiesta por un estilo determinado.

¿Ser o tener una personalidad? O, ¿ser y tener una personalidad? Una persona que no recuerda quién es: ¿tiene una personalidad? ¿O simplemente ya tiene otra? Una personalidad sin personalidad, o sea, sin un nombre ni características propias. Hay quien ande por ahí  con varias personalidades a cuesta; por suerte, no son muchos o muchas. Imaginar una ciudad de millones de habitantes y que cada uno de ellos tenga varias personalidades traería algunos problemas, sobre todo para aquellos que se ocuparían de censar.

Debemos afirmar que, cada individuo no se divide en varios, y por ende, mantiene una personalidad relativamente estable a lo largo de la vida. Ésta estabilidad se puede reflejar en los sonidos que emanan de cada ser humano:

Hay sonidos molestos que caracterizan a los las personas barullentas, esos que por lo general están queriendo mostrar algo, o llamar la atención, y además bastante focalizados egoisticamente en ellos mismos. Hay un subgrupo de éstos que al molestar, incomodar o dañar se alejan del acto de compartir o respetar los límites de los otros. (Antisonidos de la personalidad)

Los sonidos más armónicos tienen un orden, un tenor acorde a los oídos y al tiempo de los otros, digamos que son sonidos más empáticos y saben ponerse en el lugar del otro, aunque a veces son bastante temerosos de lo que ese otro les pueda hacer. (Armonías huidizas de la personalidad)

Los sonidos raros, distorsivos y que alteran la percepción no se integran a una coherencia lógica, prefieren un modo de existencia al margen, o en otro sitio fuera del habitual. Por lo general, se desvían de la carreteras del juicio crítico para sumergirse en su propio mundo. Inclusive, ciertos de éstos sonidos desconfían demasiado de otros sonidos. (Extraños sonidos de la personalidad)

En conclusión, solo nos queda por referir que la personalidad está hecha de características que si bien las esquematizamos como sonidos que podemos escuchar, aún en el silencio de los gestos, la complejidad técnica la dejaremos para los libros de Psicología y Psiquiatría que se ocupan de ello…

Las intensidades de los “sonidos” de la personalidad varían y pueden funcionar adaptándose a la realidad tanto interna como externa de los sujetos; o bien, producir un malestar egosintónico (ruido intrapsíquico o propio) o egodistónico (ruido extrapsíquico o en el otro) que acabe por alterar la vida de uno o del otro respectivamente.

Para más información y/o ayuda acerca de la personalidad y sus vaivenes “sonoros”, comunicarse con el Servicio de Salud Mental más cercano.

Pablo Nani, Servicio de Salud Mental del Hospital de Las Grutas Violeta Villalobos.

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