jueves, julio 17, 2025
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120 años de San Antonio: breve relato de cuatro familias que arribaron en sus comienzos

HISTORIAS SANANTONIENSES. Hace muchas décadas, en un rincón remoto del mundo, en Argentina, se escribía una historia de éxito sobre la inmigración y el esfuerzo incansable de personas que buscaban un nuevo comienzo en un país lejano.


Este relato histórico nos transporta a una época en la que Argentina se convirtió en un faro de esperanza para quienes anhelaban prosperidad y trabajo.

En el siglo XIX, el país ya había ganado renombre por su exitosa política inmigratoria. Se transformó en un destino atractivo para personas de todo el mundo que deseaban forjar un futuro mejor. Esta política, establecida después de la Organización Nacional, fue un éxito innegable y posicionó a Argentina como uno de los países más beneficiados del continente.

La llamada Generación del Ochenta asumió el poder con dos objetivos claros: convertir a Argentina en un país de inmigración y establecer la educación obligatoria y gratuita para todos. Estas políticas se integraron al tejido social del país, trascendiendo los cambios de gobierno. Argentina se convirtió en un crisol de culturas, y gran parte de su población actual puede rastrear sus raíces hasta algún inmigrante que llegó en busca de oportunidades.

Detrás de estas políticas, destacaron figuras como Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, quienes sentaron las bases para el crecimiento de Argentina como tierra de oportunidades.

Los inmigrantes que forjaron San Antonio Oeste

Atilio Francisco Agnoli, un italiano nacido en Cortina d’Ampezzo en 1898, dejó una huella imborrable en la historia local. Tras sobrevivir a la Primera Guerra Mundial, emigró a Argentina en 1922, atraído por la construcción del Ferrocarril. Trabajó incansablemente, primero en obras y luego como zapatero—oficio que aprendió durante su convalecencia por una herida de guerra—. Con determinación, estableció su propia zapatería en San Antonio Oeste, donde conoció a su esposa, Ana Rodríguez, con quien tuvo cinco hijos. Don Atilio vivió hasta 1983, legando un ejemplo de esfuerzo y amor por su nueva patria.

Joaquín Izco, un español de Pamplona (Navarra), llegó como constructor de galpones y destacó por su ingenio en electricidad. Autodidacta, se formó mediante cursos por correspondencia y se convirtió en un pionero tecnológico. Dirigió la primera fábrica de hielo, la primera usina eléctrica y la primera central telefónica del entonces Territorio Nacional de Río Negro. Su legado perdura en la memoria de la comunidad.

Abram Iud, de origen polaco, arribó en 1922 como vendedor ambulante de relojes. Más tarde, diversificó su negocio hacia la ropa y el calzado. Siguiendo la tradición inmigrante, trajo a familiares para colaborar en sus emprendimientos, contribuyendo así al desarrollo local.

Hassein Kanje, un libanés etiquetado como «turco» por la pertenencia histórica de Líbano al Imperio Otomano, desafió convenciones al emigrar con su novia Neis para construir una vida en Argentina. A pesar de las barreras idiomáticas y culturales, establecieron un negocio en San Antonio Oeste con ayuda de un conocido. Su valentía simboliza el espíritu resiliente de los inmigrantes.

Un legado que perdura

Estas historias son solo un fragmento del aporte inmigrante a San Antonio Oeste y a Argentina. Con el tiempo, el flujo migratorio incorporó a europeos como Domínguez, Baltanás, Marchione, los hermanos Costa, Repucci, Bonucelli y otros, sumándose luego corrientes de países limítrofes como Chile y Bolivia.

Desde sus humildes inicios hasta hoy, San Antonio Oeste se ha forjado con la llegada incesante de quienes eligen echar raíces en el norte patagónico.

(Fuente: escritos de Irizar, Ballor e Izco)

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