HISTORIAS SANANTONIENSES. Antoine de Saint Exupéry, el autor del Principito, solía contar en su libro “Vuelo Nocturno” cuando hacía sus viajes por la Patagonia que “Allí se vuela sobre una tierra abollada, como un viejo caldero. Ningún otro suelo, en ningún lado, muestra tan bien su desgaste. Los vientos que empujan, a través de una escotadura de la cordillera de Los Andes, las altas presiones del pacífico, se estrangulan y aceleran en un estrecho corredor de cien kilómetros de frente, en dirección al Atlántico, y arrasan todo a su paso. Cada tanto, dominando colinas redondeadas en que los vientos sólo dejaron un residuo de cascajo, se alzan montañas en forma de roda, aguzadas, dentadas, despojadas de su carne hasta el hueso”.
Y acota que sobre esa geografía “nuestras máquinas resistían. Confiábamos en las junturas de las alas. La visibilidad, por lo general, era buena y no planteaba problemas. Considerábamos esos viajes como una tarea dura, no como un drama”.
Expresa que eran vuelos penosos “cayendo a cada paso en baches invisibles. Era un trabajo manual. Durante una hora, los hombres aplastados por esas variaciones brutales, hacíamos un trabajo de estibadores. Más allá, una hora después, encontrábamos la calma”.
El escritor Marcelo Augusto Conte en su ameno libro “Recuerdos del Viento” escribía que “Un buen día, el 1º de Noviembre de 1929, dos aviones se preparaban para un vuelo. El cual quizá ni sus pilotos imaginaron nunca, y que marcaría el inicio de una actividad insólita para esa época con el final del aislamiento de una casi desconocida región de nuestra patria”.
“En el aeródromo de Pacheco, Buenos Aires, ponía en marcha su motor un Late 28, conducido por Jean Mermoz y llevando como copiloto al argentino Ricardo Gross y algunos pasajeros, entre ellos al capitán Vicente Almandos Almonacid, y despegaba rumbo a Bahía Blanca. En ese aeródromo lo esperaba un Late 25, cuyo piloto era Antoine de Saint Exupéry, que debía trasladar carga y correo desde Bahía Blanca a Comodoro Rivadavia, con escalas en San Antonio Oeste y Trelew, realizando ese día el vuelo inaugural de la célebre “Aeroposta Argentina”.
