La mujer ha permanecido absolutamente discriminada en el ejercicio del poder político hasta el siglo XX. Esta situación se fue superando, lenta y arduamente, pero aún hoy se pone en duda a quién le corresponde una banca.
La Ley de Paridad de Género reconoce el derecho a las mujeres a la participación igualitaria en las cámaras legislativas del país.
Y, expresamente, establece que “en caso de muerte, renuncia separación, inhabilidad o incapacidad permanente de un/a senador/a nacional de la lista que hubiere obtenido la mayoría de los votos emitidos lo/la sustituirá el senador/a suplente de igual sexo…”, evitando así que se vulneren derechos en caso de vacancia.
Hemos logrado, teóricamente, que la ley equipare derechos, bien dije teóricamente.
Reconocer derechos y, además, allanar el ejercicio de estos, debería ser un accionar real y progresivo del Estado y de los Partidos Políticos.
Se declama en todos los discursos políticos electorales “el derecho de las mujeres a la igualdad de oportunidades”, pero parece que en el momento que pretendemos ejercerlo la declamación hace agua.
Por tal razón, si se quiere avanzar en materia de igualdad de género, se debe ser serios a la hora de los discursos electorales.
En el caso de la banca del Congreso que no le están dejando ocupar a la diputada Esposito veremos quienes, verdaderamente, abogan por los derechos femeninos o, sólo, lo usan como un slogan electoral.
No estoy defendiendo a una persona, estoy defendiendo un derecho adquirido tras décadas de lucha.
Ana Soledad SCHIAVONE.
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