DOLOR. SOLO DOLOR (carta de lectores)

lectores




Me resulta difícil establecer criterios de justicia estricta en el análisis de una situación en la que, sin ser protagonista, tengo sentimientos compartidos y motivos para al menos entender las reacciones ante tan lamentable hecho.

Soy, por un lado, trabajador hospitalario, hijo, nieto y sobrino de médicos y con 38 años de odontólogo, de los cuales 24 fueron desarrollados en salud pública. Por otra parte, y en una proporción no mensurable, con una entrañable relación de amistad que perdura en el tiempo con Alejandro (Alito, para nosotros), a quien vi crecer desde la temprana niñez junto a mis hijos y, con él, obviamente con Agus.

A mi criterio, el desgraciado desenlace de Agus y solo analizando la participación hospitalaria puesto que la otra no admite ningún tipo de cuestionamiento ya que se trata de la víctima, tiene dos componentes fundamentales y que no son fácilmente modificables, sobre todo uno de ellos. Dichos componentes son: la crisis del sistema de salud provincial y en segundo lugar la actuación de los profesionales de salud en general y del hospital de Las Grutas en particular; dos situaciones de muy difícil entramado y más difícil aún, de resolución satisfactoria.

Quienes me conocen y quienes no, sabrán que formo parte de un colectivo gremial que lucha por los derechos de los trabajadores hospitalarios, lucha que no solo incluye lo salarial sino también el pedido de un sistema de salud que garantice los derechos de la ciudadanía. Ello, no obstante, no impide el cuestionamiento, si así se requiere, al accionar profesional en algunas oportunidades, lo que ha sido una constante en cada oportunidad en que me ha sido posible intervenir.

La carencia alarmante de recursos tecnológicos, de insumos y de medios que permitan suplirlos localmente, constituye un obstáculo a veces insalvable, sobre todo cuando el factor tiempo es apremiante. Esta situación puede colocar a un profesional en la compleja tarea de decidir (a veces en el tiempo mínimo de una guardia) si la gravedad de la dolencia amerita una derivación para estudios de complejidad sabiendo que estadísticamente ante una sintomatología o conjunto de síntomas determinados, la probabilidad de un desenlace fatal es, por dar un ejemplo, de una en mil.

Esta situación coloca al profesional en una encrucijada que se solucionaría teniendo la aparatología a mano en cualquier momento, lo cual no sucede en centros de menor complejidad y sí en los de mayor que, ante una duda, inmediatamente pueden solicitar el estudio.

También, justo es remarcarlo, estos centros de mayor complejidad claramente se fastidian si una derivación es, según ellos, innecesaria. Hasta aquí el primero de los factores, que puede solucionarse con nuevas políticas de salud y mayor presupuesto destinado a tal fin y cuya concreción no depende en absoluto de la voluntad o no de directores sino de voluntad y decisión política del gobierno de turno (y los gobiernos de turno son elegidos por el voto de la población, claro está).

Esta situación no implica bajo ningún punto de vista justificar el segundo de los factores que mencionamos y que es el accionar o, en algunos casos, la inacción de profesionales que minimizan o directamente ignoran los dichos del paciente, como así tampoco la presunción de que el paciente que concurre a una guardia debe necesariamente saber qué es una urgencia y qué no. Lo he planteado en más de una oportunidad y si bien, como sabemos, “la universidad otorga títulos de doctor, no de señor”, el carácter, empatía y buenos tratos son cuestiones que están implícitas en cada personalidad y que sabemos, a veces son imposibles de modificar.

Esta situación que incluye el trato, el tiempo, la escucha, la empatía, el conocimiento y la capacidad profesional no dependen de nuestra voluntad ni de la autoridad ejercida por jefaturas. Cuando estas situaciones tienen lugar, lo único que podemos hacer como usuarios del sistema es acudir a un libro de quejas y dejar asentado nombre y apellido del agente involucrado.

Finalmente, y como dije al principio, quiero ser justo y exijo también justicia allí donde no la hubiere. En ese sentido y referido a algunos comentarios, me es particularmente difícil y doloroso concurrir al trabajo día a día a sabiendas de que existen vecinos que me consideran poco menos que un asesino indolente.

Cuando se habla que todos quienes trabajamos en el hospital somos unas verdaderas bestias, y tal mi caso, soy parte del plantel hospitalario, considero me están mencionando. Entonces agradecería que quienes así opinan, hagan prácticos sus dichos y no aparezcan por el consultorio bajo ninguna circunstancia, puesto que quiero terminar mi vida laboral en la certeza de que mis pacientes requieren mi concurrencia para solucionar sus dolencias a partir del conocimiento y el trato humano que me inculcaron desde pequeño.

Finalmente, nada aliviará el dolor intransferible de quien sufre la pérdida de un ser amado, y me parece más una irreverencia que un alivio el cargar ese dolor con más palabras. Un respetuoso silencio y el ofrecimiento de brazos abiertos para tu familia y amigos es mi humilde contribución, Agus.

SERGIO RICARDO DIAZ – DNI 14351680


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