En un mes se llevará a cabo la interna del radicalismo, que también llega a San Antonio Oeste. Ya no se trata solo de los «con W» y los «anti W», sino que ahora también se habla de los “con peluca” y los “sin peluca”, en referencia a quienes apoyan o no al presidente Javier Milei.
El oficialismo, que actualmente conduce el partido que fue gobierno durante 30 años en esta nueva etapa democrática, vuelve a enfrentarse con el dilema de acompañar o no las políticas provinciales. En definitiva, esa es la cuestión principal.
En cuanto a la renovación del Comité Sanantoniense, por un lado, el concejal Matías Rodríguez busca convertirse en el conductor natural del espacio, integrando la lista provincial que lleva a Genoveva Molinari como presidenta del partido. Por otro lado, Pablo Fernández, junto a Clérica Martignoni, respalda la candidatura de Bernatene.
El oficialismo ya trabaja activamente, visitando a los afiliados con el padrón en mano, con el objetivo de superar la cantidad de votos obtenida en la interna anterior. La intención es demostrar que hay movilización real.
A nivel provincial, la UCR está sujeta a las alianzas. La clave está en sumar convencionales, ya que ahí radica la fuerza para definir el rumbo del partido en las próximas elecciones. Hoy por hoy, el centenario partido no logra superar el bajo porcentaje de apoyo a nivel provincial. Si bien mantiene comités activos en casi todas las localidades, ha sufrido una diáspora de dirigentes: algunos absorbidos por el arribo de Weretilneck, otros refugiados en el PRO, y ahora muchos viran hacia La Libertad Avanza.
Basta con observar la lista del “nuevo radicalismo” para notar que hay ex candidatos que integraron la nómina libertaria en las elecciones municipales de 2023.
Pero en San Antonio no solo está en juego la conducción, sino también la estrategia de alianzas. Matías Rodríguez busca que el comité local se aleje de Juntos Somos Río Negro, aunque no se puede olvidar que él mismo llegó a la banca en 2019 gracias a esa alianza.
Los políticos van hacia donde están los votos, esencialmente para mantenerse en el poder o encontrar un lugar similar dentro del aparato estatal. Por eso se observan tantos pases “a lo Borocotó”, en alusión al médico macrista que, en 2005, protagonizó una pirueta política tan llamativa que su apellido se convirtió en verbo para describir los cambios de bando sin demasiados reparos.
Desde entonces, muchos políticos han dejado atrás sus convicciones, como refleja aquella frase —atribuida popularmente a Groucho Marx—: “Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”.
Hoy el debate ya no se limita a las alianzas, sino que gira en torno a estar o no de acuerdo con las políticas de Javier Milei. Incluso Weretilneck se encuentra navegando entre el apoyo parlamentario y una dialéctica que refuta las políticas económicas del presidente.
El país, como en otras épocas, se encamina hacia un aumento de la deuda pública, junto con un fuerte ajuste fiscal y reformas estructurales, especialmente en lo laboral y previsional, apuntando a una virtual paridad del peso con el dólar. ¿Son buenas noticias? Para nada.