En el complejo entramado de la política y los negocios en Argentina, la batalla por el Gas Natural Licuado (GNL) ha tomado un lugar central, revelando tensiones y alianzas estratégicas que definirán el futuro energético del país. La disputa se centra en dos regiones clave: Bahía Blanca y Río Negro, cada una con sus propios intereses y apoyos.
Bahía Blanca, con su poderoso polo industrial en Buenos Aires, está presionando fuertemente para que YPF, la empresa petrolera nacional, no privilegie a Río Negro en la ubicación de la nueva planta de GNL. A pesar de su fortaleza industrial, la región enfrenta un desafío político significativo debido a la reticencia de su gobernador a las políticas del presidente Javier Milei.
Por otro lado, Río Negro, con un enfoque más alineado a las directrices nacionales, ha realizado importantes movimientos estratégicos. El CEO de YPF, Marín, insinuó en su entrevista con Carlos Pagni en La Nación+ que la estabilidad y el apoyo a las políticas económicas actuales son decisivas para la empresa. Este mensaje parece estar dirigido a resaltar la importancia de un alineamiento político y económico para asegurar inversiones a largo plazo.
El apoyo a Río Negro no solo proviene de su gobierno, sino también de Neuquén, y ha encontrado eco en propuestas dentro del parlamento patagónico. El sanantoniense Fernando Frugoni, desde el CCARI, que es oposición a Juntos Somos Río Negro (JSRN), impulsa esta agenda, subrayando un consenso regional que trasciende las divisiones partidarias.
La reciente reunión en Sierra Grande, liderada por el gobernador Weretilneck, con la presencia de altos directivos de YPF, marca un objetivo en esta contienda. Sierra Grande, con su proyecto de puerto de aguas profundas y el avance del oleoducto Vaca Muerta Sur, representa una visión ambiciosa para el futuro energético de la región. Weretilneck ha dejado claro que adherirse al Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) es indispensable para que la planta de GNL se instale en Río Negro.
La figura de Weretilneck emerge como un lobbysta clave en esta negociación, demostrando su capacidad para atraer inversiones y manejar las tensiones internas. La propuesta de un RIGI provincial, complementario a la ley nacional, refleja una estrategia integradora que cuenta con el apoyo de la mayoría de los legisladores, a excepción de algunos bloques justicialistas.
La posición de Milei, aunque flexible en algunos aspectos como la ley de bases, se mantiene firme en no comprometer sus promesas clave. Esta determinación le ha permitido negociar con éxito en el Congreso, asegurando los apoyos necesarios para sus reformas. Weretilneck, consciente de este panorama, negocia con determinación, sin ceder espacio ni siquiera a los representantes libertarios de su propia provincia.
La batalla por el GNL no es solo una cuestión de recursos energéticos, sino una pugna de poder y estrategia política que involucrará a todos los niveles del gobierno y la industria en Argentina. El desenlace de esta disputa tendrá profundas implicaciones para el desarrollo económico y la autonomía energética del país, configurando un escenario donde las alianzas y las decisiones políticas serán determinantes para el futuro también de Río Negro y su zona atlántica.