El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia dio un nuevo golpe para el narcotráfico con 19 condenas para una banda que vendía cocaína y otras drogas en Río Negro, Chubut y Santa Cruz. La investigación se concentró entre enero del 2011 y abril del 2012, con cientos de conversaciones telefónicas interceptadas desde Villa Regina en Río Negro pasando por Las Grutas hasta Puerto Madryn, Trelew, Comodoro Rivadavia, Rada Tilly y Caleta Olivia.
El estupefaciente llegaba del norte del país, a cargo de sujetos que no pudieron ser identificados. La banda guardaba, fraccionaba y transportaba la droga en su circuito comercial en diferentes ciudades. Los consumidores les pagaban incluso con vehículos y motos en buen estado y sin deudas.
Como actuaban
Según señala el periodista Rolando Tobares del diario La Jornada de la vecina provincia el tribunal concluyó que se trataría de un “grupo cerrado”, pues la venta no se daba por típicos movimientos de pasamanos o manipulación de objetos pequeños en la vía pública, sino que por contacto de conocidos, para entregarles la droga en delivery. También se observaron movimientos del tráfico al menudeo y en “kioscos”.
La pesquisa reveló ramificaciones con otros sujetos de prontuario y en otras provincias. Se amplió la vigilancia. Incluso hubo allanamientos frustrados porque la data de los operativos se filtró a los investigados.
Se descubrieron contactos en Fortín Dragones, Salta; y en Río Negro en Cipolletti, General Roca, Lamarque y Las Grutas.
Según el fallo, “ante las habituales precauciones ingeniosas” de los involucrados para ocultar droga enterrándola, depositarla en casa de gente sin antecedentes, desplazarla en un vehículo precedido por otro que detectaba y avisaba los controles policiales, o usar rodados como medios de pago, “lo verdaderamente sorprendente no fue no hallar estupefacientes o pocos, sino justamente lo contrario, es decir encontrarlos”.
El grupo sólo negociaba con personas de su entorno con arreglos telefónicos y mensajes de texto. Por eso los frecuentes cambios de chips de los investigados. La Policía verificó movimientos en horas inusuales, además de viajes de los capos de la banda.
“Se aportaron sobrados elementos sobre sus menesteres ilegales, mencionando las sustancias, sus métodos de obtención, partición, expendio, enajenación, desplazamientos, valores, cantidades, calidades, sitios desencuentros, modalidades de pago y aportaron datos que dieron cuenta de un plan racional y encubierto asumido por los citados, que estuvo destinado a lograr ganancias en las ciudades patagónicas de su aplicación, incluso en especie, que a veces se derivaron a otros lugares, aunque no se lograron precisas cantidades económico financieras de sus labores”, escribieron los jueces Enrique Guanziroli, Pedro de Diego y Nora Cabrera.
Los celulares se usaban y se tiraban, y la droga se guardaba fraccionada para venderla rápido en dosis aptas.
“En nada fue esta rudimentaria sociedad una ocasional junta de consumidores, destinada a satisfacer su propio vicio y lograr moderadas ganancias individuales, sino una estructura elemental, que utilizando con disimulo medios al alcance de cada uno, tuvo el plan común de introducir estupefacientes en las ciudades”.
“No exigió varios componentes materiales o sofisticados o importantes movimientos económicos, o una vasta organización de personas, sino sitios de discreción para sus encuentros, cercanos al lugar de expendio, ya que en este tipo de transacciones se abona usualmente al contado, aunque aquí también la sagacidad de los involucrados, admitió el pago en especie, -rodados- como la mejor modalidad para pasar desapercibidos y asegurar sus ganancias”.
Los trabajos se dividían: algunos escondían las sustancias, otros la preparaban para el expendio y traslado seguros, y otros cobraban. “Fue evidente la alusión a una intensa actividad comercial local encubierta, en la negociación de estupefacientes, de varios de los escuchados judicialmente en sus conversaciones telefónicas”. (Fuente Diario La Jornada)