Esto Creo: ¿Dónde perdimos el tren? (nota de opinión)

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Nuestra comunidad llega al centésimo décimo sexto aniversario de la mudanza desde su emplazamiento en San Antonio Este, donde llegaron hacia 1890 junto con el tendido de la línea telegráfica, Buenos Aires / Río Gallegos, los primeros pobladores y los antecesores de la actual Prefectura Naval Argentina.

Arribaron a la nada misma, tierra difícil y mezquina en agua, con cangrejales y médanos que dificultaban la llegada de las chatas con los “frutos del país”, cueros, plumas, lana desde la cordillera para embarcarlas en los buques que fondeaban para descargar “los vicios” mercaderías y pasajeros que llevaban y traían de otros puertos.

Tras más de una década de vida dura y sacrificada, y haber explorado las ventajas de la caleta del oeste, un 10 de julio decidieron dejar atrás el caserío portuario para asentarse donde hoy estamos. Durante varios años hubo interacción entre ambos puntos y un pequeño barquichuelo las vinculaba y su nombre refleja lo que seguramente era la respuesta más frecuente a cada pedido o necesidad: “No hay”.

La misma carencia de agua dulce signó por 67 años la vida pueblera y limitó muchas posibilidades que solo se pudieron concretar con “la llegada del agua”.

Los primeros vecinos fueron acomodándose en el nuevo solar y el sacrificio, esfuerzo y trabajo signaban toda actividad, pero esto no amilanó a los pioneros, porque para confirmar su voluntad de vivir aquí, fueron los que construyeron por su cuenta y luego donaron al gobierno territorial, el palacio municipal, la comisaría y el hospital municipal. No esperaron que el gobierno les hiciera la gracia de proveer estos edificios que aún funcionan. Las obras del “ferrocarril nacional al Nahuel Huapi, significaron la llegada de trabajadores provenientes de los 4 puntos cardinales del planeta, transformando la modesta aldea en una verdadera babel en la que se escuchaban todas las lenguas.

Así nació y creció nuestro pueblo, en el nacidos y llegados trabajaron a la par, para lograr lo que hoy tenemos, en base al trabajo que concretó sus sueños. Sirva como ejemplo las obras de instalación del agua corriente, gas natural y otros servicios básicos que fueron construidos por los vecinos, y entre otros logros: la usina eléctrica, el servicio telefónico, la fábrica de hielo fueron realizados por vecinos emprendedores.

Pareciera que toda esa pujanza se estancó. Lo que por décadas hicieron los vecinos hoy parece imposible sin el estado que aporte lo que antes costeaban y hasta construían sus habitantes.

El espíritu emprendedor quedó supeditado al deseo o voluntad del gobierno y lo peor es que muchos esperan que éste haga, antes de arremangarse y hacerlo.

Perdimos el tren, pero no es tarde para alcanzarlo, la única receta es rescatar los valores, usos y costumbres de nuestros antecesores y con esfuerzo, sacrificio y trabajo seguir creciendo y no quedarnos en el andén viendo cómo se aleja el tren que perdimos.

Julio Ramón Alcalde

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