Investigan la interacción entre las ballenas y los barcos





El estudio es llevado adelante por Belén Argüelles, becaria posdoctoral del Centro para el Estudio de los Sistemas Marinos (CESIMAR-CONICET). 
Cuando las colas de las ballenas empiezan a asomarse imponentes sobre el agua, motivan la visita de personas que llegan de todas partes del mundo para poder observar el fenómeno que a partir del mes de mayo, aproximadamente, sucede en Puerto Madryn, Provincia del Chubut. Sin embargo, no son solamente estos animales quienes ocupan las aguas costeras, sino los humanos en el desarrollo de actividades turísticas y comerciales. En el uso de ese espacio común, pueden generarse potenciales conflictos entre humanos y ballenas.
Desde 1970 y hasta la actualidad, se estima que la población de la Ciudad de Puerto Madryn, aumentó catorce veces. Ese crecimiento se ve reflejado en una mayor cantidad de actividades que se realizan en torno al mar. Diariamente navegan la zona, embarcaciones comerciales, buques pesqueros, mineraleros, portacontenedores, entre otros. Y además se observan embarcaciones deportivas y de pequeño porte que pueden estar o no relacionadas a una actividad comercial como las lanchas de buceo, lanchas semirrígidas de particulares, embarcaciones sin motor como veleros, kayaks y tablas de windsurf. “Ese aumento demográfico humano coincide con un crecimiento en el número de ballenas que visitan la zona. Llegué a contar unas 200 el año pasado, durante un solo día dentro de la Bahía”, describe Belén Argüelles, becaria posdoctoral del Centro para el Estudio de los Sistemas Marinos (CESIMAR-CONICET).
Para observar esta interacción continua que se produce entre estos animales y las diferentes clases de embarcaciones, se realizó un estudio que busca evaluar la probabilidad de riesgo que unas y otras tenían de colisionar entre sí.
“Existen tres reacciones posibles de la ballena ante la presencia de un barco. Permanece neutral. Es decir, no modifica su comportamiento. Reacciona de forma positiva: deja de hacer lo que esté haciendo y se acerca a la embarcación o reacciona negativamente: deja de hacer lo que está haciendo pero se aleja de la embarcación. En Puerto Pirámides, por ejemplo, sitio en el que se concentran embarcaciones que realizan avistajes, si estos barcos tenían el motor apagado, el animal, en la mayoría de las ocasiones, se acercaba y por el contrario, se alejaba si lo encendían. El sonido de la embarcación, modificaba el comportamiento de las ballenas”, asegura Argüelles.
En las aguas cercanas al puerto de Madryn, donde el ruido de los barcos es constante y el número y tipo de embarcaciones es mayor y diverso, la investigadora corroboró que la mayoría de las ballenas no reaccionan ante una embarcación que no se encuentra dirigida a su observación.
“Creemos que están tan acostumbradas al sonido que hay dentro de la bahía que lo asimilaron y no sienten un peligro. Si bien hemos estimado la probabilidad de una colisión como muy baja, debemos considerar que la no reacción de la ballena ante una embarcación que sigue un rumbo y no modifica ni su velocidad ni su dirección, aumenta esa posibilidad debido a que los animales no se moverían del rumbo de las embarcaciones.”, explica.
Para realizar este estudio, los investigadores recabaron información registrando, tanto la cantidad de embarcaciones como de ballenas, y realizaron una zonificación del área, generando un mapa virtual de las posibles interacciones entre ballenas y embarcaciones. Además para evaluar el movimiento y la conducta de los animales, desarrollaron el Raspiwhale, un dispositivo que cuenta con un microprocesador, que permite registrar diferentes variables y filmar a la ballena debajo del agua.

“Este monitoreo nos permitió describir un comportamiento de alimentación cooperativa que no estaba registrado. Pudimos observar un grupo de al menos cuarenta ballenas adultas dispuestas de a pares, nadando en forma de círculo. Este comportamiento, en el que diferentes estrategias de alimentación se combinan, podría o bien aumentar la eficiencia alimenticia, podría ser realizado para acaparar la presa o podría beneficiar a las ballenas para comunicarse entre sí, ya que estarían realizando un esfuerzo de equipo para desorientar y acorralar a la presa”, comenta Argüelles.
Según la científica, este estudio permite recabar información útil para que distintos actores que de forma directa o indirecta interactúan con estos animales, puedan distinguir y conocer los diferentes comportamientos que las ballenas realizan durante la interacción con los humanos. Por eso, durante octubre de 2017, con el objetivo de transmitir datos y brindar herramientas de utilidad, llevó adelante el taller “Ballenas Urbanas: construyendo redes de diálogo para el uso compartido del espacio entre ballenas y personas”. “Por ejemplo, a veces se tiende a pensar que es una manifestación de alegría si al acercarse una embarcación, una ballena que está descansando, empieza a saltar o a mover la cola. Significa todo lo contrario. Diferente es si una ballena que estaba saltando, continúa haciéndolo cuando la embarcación se acerca”, concluye.
Raspiwhale es una plataforma que tiene como objetivo el registro de datos comportamentales y fisiológicos de mamíferos marinos para la medición, registro y procesamiento de movimientos tridimensionales, grabación de sonidos y filmación subacuática y que cuenta con un ordenador Raspberry pi de plataforma abierta y software libre. Este dispositivo fue desarrollado en el CESIMAR con la colaboración de diferentes personas.
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