En la tarde de ayer la renuncia de Eduardo Young pegó como un cimbronazo en la comunidad política del justicialismo gobernante. Era inesperado.
Hubo hace un par de semanas rumores sobre que le habían quitado el control del gasto. Si era así, la situación de su presencia en el gabinete de Ojeda era insostenible.
Young había logrado equilibrar las finanzas y aumentar la recaudación junto a su coequiper Garbarini. Estabilizó las cuentas y logró el incremento en las arcas municipales. También pensó en la colocación de dinero ocioso en bonos y su rescate inmediato para obtener en la medida que se necesitaba para las obras públicas.
En el mismo aspecto, obtenía intereses por ello, incluso pudo pagar los dos últimos meses de los salarios sin sobresaltos.
Hubo efectividad a medias en su accionar, porque el gasto público no se reducía, no había forma de estabilizar el goteo de dinero en horas extras y el egreso de capital en secretarías y direcciones «no me dejan» se quejaba y eso disparó su salida. Además ni bien asumió apareció la enorme deuda que causó el no pago de la AFIP y rentas de inmediatos funcionarios que lo precedieron.
El mismo Ojeda en las escuchas telefónicas lo enunciaba y pedía más compromiso a sus subalternos que en ese momento estaban pendientes de una inauguración que de ejercer su función.
El intendente no logró amalgamar la construcción de un gabinete homogéneo. Esto justamente, también llevó a la renuncia de Young, hay diferencias irreconciliables con otros funcionarios del riñón del proyecto que cumplió 10 años.
Esta semana se esperaban cambios en la administración municipal. Quizás Ojeda siga el curso que tenía pensado, esta renuncia trastoca el tablero del gobierno.
A las puertas de una interpelación, aunque el peronismo piensa que no podría concretarse, el gobierno municipal debe iniciar un proceso final de cara a los meses que quedan antes de ingresar a la vorágine electoralista. (Carlos Aguilar)