Se registró una subida generalizada de precios en diversos sectores económicos durante los primeros días de la temporada estival en Las Grutas, uno de los sitios turísticos más populares de la costa atlántica patagónica.
Entre las alzas más significativas figuran los alimentos clásicos que suelen acompañar las jornadas playeras, como churros, donas, facturas y tortas fritas.
En la actualidad, la docena de churros supera los 10.000 pesos, mientras que hace no mucho se podía adquirir por unos 7.000. Por su parte, las tortas fritas y las donas se ubican alrededor de los 6.000 pesos. Las facturas se encuentran desde los $8.000 hasta los $15.000 las más accesibles.
De forma simultánea, los factores ambientales también condicionaron el arranque de la temporada. En los primeros días del inicio de la temporada, la marea creció de forma abrupta y, impulsada por el viento, golpeó el acantilado, causando la práctica desaparición de la playa entre la Primera y la Tercera Bajada, el área de mayor afluencia de Las Grutas. En ciertos momentos, solo permaneció una angosta porción de arena entre la Cuarta y la Séptima Bajada, donde los turistas tuvieron que ubicarse como fue posible, una circunstancia desventajosa para quienes requieren más espacio y confort.
Hacia el norte del complejo, sin embargo, la configuración del terreno brinda una opción. Allí se genera un entrante en la costa que expone una franja de playa que permanece incluso durante las mareas más altas. Este lugar, situado a unos 200 metros del centro, posee tres accesos conocidos como Cero, La Rueda y Pewán, y es habitual entre quienes están familiarizados con el ritmo de las mareas. Se sugiere llegar a pie, dado que la Costanera no autoriza el tránsito de coches y el aparcamiento es escaso.
La agrupación de turistas en estas zonas también llama la atención de los comerciantes ambulantes, quienes ven restringido su espacio de venta, aunque continúan expendiendo sus artículos usuales. Asimismo, en el lugar opera un parador con especialidades regionales y refrescos, que sirve como punto de reunión para los asistentes.
Al iniciar el reflujo de la marea, Las Grutas deja ver uno de sus principales encantos. La sección de arena que estuvo sumergida resulta ser de solo unos metros, cediendo el paso a una vasta restinga que parece una gran explanada rocosa, alisada por el incesante choque de las olas. En ese instante, quedan al descubierto las clásicas pozas naturales: hoyos de variadas dimensiones y profundidades, cavados hace tiempo con equipo vial.
Desde la parte superior del acantilado, conforme el mar retrocede, las depresiones se reconocen por las distintas coloraciones que toma el agua. Durante la marea baja, el trayecto peatonal se transforma en una vivencia cautivadora. Surgen entonces las cuevas o grutas erosionadas en el acantilado —que otorgaron su denominación al balneario—, junto a lagunitas, charcos y grandes fragmentos de roca desprendidos del litoral, los cuales añaden un atractivo único al recorrido.


