HISTORIAS SANANTONIENSES. La escritora Josefina Gandulfo Arce de Ballor en su interesante libro sobre “Las Grutas” escribe algunos particulares casi desconocidos de la fundación de Saco Viejo.
Sobre el nombre tan particular de esa región pionera dice lo siguiente: “Las regiones, que al decir de los que salieron a buscar riquezas y aprovechamientos para sí, eran cuencas desiertas, áridas, inhabitables, fueron para sus primeros pobladores: bienandanza, productividad, amor y paz. La patriada de haber dado de sí, soportando con fe y fuerza moral, amalgamando sus vidas, para alcanzar el progreso los compensaba con felicidad, trabajo y medios de evolución. Amaban el lugar hasta acariciarlo en toda su dimensión. Contemplaban la posesión tan singular… Todos coincidían”.
“La Punta Villarino, saliente, a su alrededor el mar, dividido por dos entradas de agua, tan abiertas que parecían dos mangas. –Parece un “saco”, decían con cariño, pero muy gastado, como un “saco viejo”. Lo fueron repitiendo, con emoción, con orgullo, hasta hacerse sustancia de amor, tierra y mar: el Saco Viejo de San Antonio Este. Imperecedero como su pasado humano, eterno en el tiempo”.
Como generalmente siempre pasa con la toponimia hay otras versiones. Y para los refutadores de leyendas al decir de Alejando Dolina (entre los cuales me encuentro) es bueno citar una de las acepciones del término dada por el Diccionario de la Lengua Española: “Mar. Bahía, ensenada, y en general, entrada del mar en la tierra, especialmente cuando su boca es muy estrecha con relación al fondo”.
El escritor René Henry Lefebvre en su libro liminar “Mi querido Puerto San Antonio” abona esta interpretación afirmando que “Por su configuración geográfica que se extiende en brazos de mar en rumbos este y oeste, se dio al lugar el nombre “Saco”.
Lo cierto es que al decir del poeta “todos los pueblos nacieron alguna vez”.
Dejando de lado el tema del nombre, doña Josefina hablando del “Pozo Moro” agrega otro raro y misterioso hecho. Dice la autora: “Según la historia del Fuerte de Río Negro, esta región fue fundada por don Juan de la Piedra, el 17 de Enero de 1771; sus habitantes primeros fueron nuestros tehuelches y pampas; guías eficaces para los que anduvieron por estas tierras. Ya fueran expedicionarios, exploradores, hombres de ciencia, investigadores, excursionistas solapados, todos, necesitaron del auxilio, orientación y generosidad de nuestros tehuelches (en realidad Gününa Kuna). Cuando ellos abandonaron este lugar, dejaron los pozos de agua dulce, buenos husmeadores de la tierra, de los médanos: encontraron el sistema seguro de hacer el pozo a la orilla del mar; la arena los filtraba. También dejaron, cuando se fueron, el recuerdo de las cuatro cruces, de los primeros tripulantes de la expedición de Villarino, que bajaron a tierra”.
Muy llamativa y misteriosa esta última frase. ¿Quedaron esas cruces en el lugar? ¿Hay alguna otra mención de ellas?
La pequeña pero gran historia de nuestros pueblos es apasionante. Y desde la época de los pioneros la vamos escribiendo entre todos. Solo se puede amar lo que se conoce y conociendo el pasado vivimos el presente y alumbramos el futuro que a todos nos traiga progreso y felicidad.
Jorge Castañeda (Escritor – Valcheta)