Ya no es posible intercambiar ideas ni expresar opiniones sin recibir descalificaciones. Se toma la política y la vida como un campo de batalla. Y hay políticos que lamentablemente hechan leña al fuego, usando ellos mismos e incitando a la violencia verbal hacia los que no piensan igual. Los gobiernos y las administraciones se suceden cada cuatro años para mal o para bien y un domingo electoral la democracia nos da la libertad a los ciudadanos de elegir nuevas opciones.
Pero creo que el gran problema que tenemos los argentinos es no hacernos cargo de nuestros errores, hablar desde un anclaje partidario, cuyas divisas si fueron buenas en su tiempo están desmerecidas por la evolución y un contexto diferente, haber perdido la pasión por las ideas y arrumbado las utopías en el desvan de los sueños perdidos, agredir al otro, no ser capaces de realizar acuerdos sustanciales sobre los grandes temas y que sean sustentables en el tiempo, ser indiferentes ante tantos abusos del Estado, dejarnos llevar de la nariz por lo que pregonan los medios periodísticos, no tener un poder de autocrítica (la partidocracia jamás analiza sus aciertos y sus errores y siguen después de cada elección a su propio arbitrio), no ser mas solidarios ante las causas justas. El general Perón supo decir que «todo gran hombre era posible por tener una causa justa que defender». Somos indolentes ante la mentira, el latrocinio, el engaño, la indiferencia, el odio, la contaminación no solo de la naturaleza sino también de las mejores y más altas virtudes del alma humana. Y nunca asumimos nuestra responsabilidad porque siempre nos consideramos ajenos a lo que nos pasa, no nos sentimos pertenecientes a una unidad territorial que entre todos tenemos que construir.
Faltan asesores con inquietudes virtuosas y con una visión superadora. Que aconsejen para bien. Y que sean escuchados por los dirigentes. Faltan mecanismos para que en las listas electorales no se permita el ingreso a individuos custionados y desprestigiados por la sociedad. Falta desarrollar una conciencia social solidaria. (Perón, basado en los filósofos estoicos colocaba a la solidaridad como una de las primeras virtudes del hombre, para poder desarrollar una comunidad organizada donde cada uno ocupe el lugar que le corresponda y actue en consecuencia.
Antes que nada se debe dar un gran debate moral porque estamos ante la caída de valores más profunda de nuestra historia como Nación: individualismo, desidia, indiferencia, odio al distinto, consumismo desmedido, opulencia de unos pocos ante la inopia de las mayorías. Y así nos va.
Estas reflexiones como dijo Martín Fierro «no son para mal de ninguno sino para bien de todos». Porque antes que partidarios de una aparcería política somos argentinos.
Para terminar la frase de Carl Gustav Jung: «Es posible que personas responsables y en pleno goce de sus facultades mentales perciban cosas que no existen».
Esta breve nota solo tiene la intención de contribuir a la unión y el respeto dentro de las pluralidad. Si algún lector percibe otra cosa jamás ha sido mi intención.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta