Editorial: la vida urgente

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Dijo Maquiavelo que “las personas olvidan más rápido la muerte de sus padres que la pérdida de su patrimonio”, hace 500 años expresaba el pensador político que los seres humanos se lamentan más por la economía y su bienestar que por la vida de los otros.

Thomas Hobbes, tomó la posta del florentino y dijo que la persona que antes de pensar en el beneficio común, piensa en el beneficio personal, sin importar las consecuencias que genera al resto.

La pandemia desnudó miserias estructurales, el sistema sanitario, dónde los pasillos debieron ser salas de internación y los quirófanos de Viedma improvisadas terapias intensivas. Pero de esto no se habla, ni en los medios periodísticos de mayor nivel rionegrino lo exponen.

En lo humano, como decían Maquiavelo o Hobbes, tenemos ejemplos que sobran en San Antonio, Las Grutas y SAE, desde los políticos al último ciudadano común.

¿Es necesario romper las normas, no cumplirlas, desestimarlas, evitarlas? En este país y en esta zona donde vivimos parece que ser usual.

Desde un sindicalista que sale de caza en plena restricción a un funcionario que no cumple las ordenanzas, desde un comerciante que se hace el guapo con los inspectores a un concejal que arenga en las redes para beneficiarse.

La primera respuesta de la gente que organizó la feria en la plaza de la Confluencia en San Antonio fue esa, si ellos, los representantes nuestros no cumplen, ¿por qué nosotros?

El sindicalista, el funcionario, el concejal piensan en sí mismo y no en la comunidad, es así, porque no les importa el otro.

Es más entendible que rompa las reglas (aunque no debiera) el sujeto que sale a pelear el sustento diario para alimentar a su familia, que el que cobra cómodo cada principio de mes, porque justamente esa comodidad no le hace observar el panorama que tiene en frente u observa de manera diferente.

Hoy la sociedad está crispada, el propio Casadei lo entendió al señalar en un medio radial que los habitantes del municipio de SAO viven una «anormalidad diaria y cambiante», en la cual «no se puede planificar nada», y donde se vive un «mal humor general» en términos sociales.

Pero Casadei aún no puede bajar ese concepto y darlo a entender a su propia tropa funcional, porque lamentablemente continúan varios fuera de sintonía, como así también quienes están en frente oponiéndose no generan empatía.

La pandemia nos tiene que hacer madurar como sociedad, cumplir lo que se debe cumplir y respetar lo que se debe respetar, dejar de lado las incumbencias propias.

La vida urgente de Agustina Fontenla, que con 31 años nos dejó por causa del coronavirus, impactó en lo más profundo de cada uno de nosotros.

La vida urgente que llevan a diario médico/as y enfermero/as en condiciones infaustas nos debe poner en relieve que condición humana queremos tener a futuro.

Si uno se remonta a los libros de historia algo nos enseña el comportamiento social en las epidemias, es que aquí se juega un problema fundamental: cómo (sobre)vivir juntos. Qué es lo que nos une y qué lo que nos separa.

Hoy, en nuestra comunidad debemos comprender que tenemos una responsabilidad social y los políticos o representantes una responsabilidad con nuestra comunidad. (Carlos Aguilar @caa174)

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