…NO PORQUE NO SE LA QUIERA VER, LA REALIDAD, DEJA DE EXISTIR (Carta de lectores)
Con la dimensión que ha adquirido la “villa balnearia”, decir que el turismo es la fuente de ingresos por excelencia de Las Grutas resulta una absoluta perogrullada. Desconocer esta realidad es necedad pura, reconocerla es tan obvio como decir que el color del mar en el Golfo San Matías es azul.Las playas de Las Grutas, hace ya varias temporadas que han dejado de ser únicamente las clásicas “bajadas del centro”. Factores como el abarrotamiento, la aglomeración, el ruido, la inseguridad y la innegable y maloliente contaminación, les han quitado protagonismo. Esa merma en importancia fue generando una complementariedad creciente de las playas aledañas al ejido urbano.Cuando es temporada y la marea crece con las playas “del centro” abarrotadas, el turismo se siente casi expulsado por el apretujamiento contra la barranca. Busca entonces (hablo del turismo, por supuesto) alternativas válidas y en esa búsqueda descubre casi obligatoriamente a “Piedras Coloradas”; este descubrimiento es simplemente el acicate para mirar más hacia el sur y “seguir descubriendo” playitas o encantadores rincones con restingas y distantes del mundanal ruido aunque carentes de servicios. Este “descubrimiento” se extiende como mancha de aceite con cada comentario entre los veraneantes y es así como todos esos “lugares vírgenes y desconocidos”: playas, pequeñas bahías, piletones naturales en las restingas, áreas de pesca o de búsqueda de mejillones o pulpitos, snorkeling, etc. se convierten muchísimas veces en el destino final y práctico de miles de visitantes. La vía de acceso a esas playas del sur es el “camino costero”, quizá llamarlo “camino” pueda resultar exagerado y para algunos hasta insultante, porque no pasa de ser una vulgar huella muy transitada porque originalmente hubo una senda costeando el mar, que seguramente transitaron los pulperos de otra época para acceder a las distintas restingas; luego el corajudo tránsito de los primeros vehículos fue ensanchando esa senda para hacerla huella y casi como una curiosidad alguna máquina motoniveladora de Vialidad mejoró, no mucho, la traza. Luego el uso empecinado por parte de pulperos, vecinos y turistas fue consolidando esa traza y la convirtió en el actual “camino”. Cuesta creer que algún profesional de la ingeniería o de la topografía haya delineado alguna vez la traza y si es que así lo hicieron no pasó de ser una “encomiable intención”; la carencia de alcantarillas, de enripiado, de peraltes en curvas, dan fe de ello y lo confirman: los arenales, los “serruchos”, los pozones, los zanjones, etc.Transitar el “camino costero” se ha convertido en “turismo aventura” por los riesgos mecánicos de los vehículos y por la falta total de cartelería que oriente al conductor foráneo respecto de la variedad de riesgos a que se expone (arenales, pleamares, zanjones, carencia de guardavidas, etc. Es común autoincriminarnos por la diseminación de la basura o echarle las culpas a “la gente” o al turista desaprensivo, pero si el Estado no aporta lo suyo la culpa pasa a ser de éste. A poco más de un kilómetro de Las Coloradas se han instalado “centros de acumulación de residuos”, para utilizar un eufemismo y no llamarlos directamente “basurales”; en algunos de ellos se ubicaron contenedores de plástico o tambores de 200 litros y en otros directamente nada; su localización fue hecha por personal municipal, seguramente con la mejor intención pero al no concurrir el camión recolector, con el transcurso de los días las bolsas de basura rebasan no solo los contenedores sino el espacio colindante. La inevitable acción de los perros (callejeros o no) y de los roedores y aves de rapiña (ratas, cuises, peludos, chimangos y jotes) con la permanente colaboración del viento diseminan la basura por todo el paisaje. Y es así como ya empiezan a observarse coloridos puntos entre las jarillas y matorrales que no son justamente flores sino trozos de plástico de distintos colores. Dicho esto y en el sincero afán de “atender decorosamente” al visitante, pregunto ¿no debería conservarse mínimamente el camino costero? ¿No debería realizarse un censo vehicular en verano? ¿No debería instalarse cartelería informativa y preventiva? ¿No debería recolectarse cada tanto la basura? Está muy bien que se promocione a Las Grutas, pero ¿no deberían atenderse previamente estas cuestiones, que no son tan mínimas y que no se ven desde la comodidad de un escritorio o de un despacho gubernamental? ¿La creación de un Ente o como quiera llamárselo, solucionará esta problemática o simplemente será una erogación más a las finanzas municipales? Las palabras que aquí escribo con más amargura que optimismo son simplemente la reflexión de un ciudadano común y no tienen más peso que la que les da el “casi anonimato de los gobernados”, de los “uno más” que integran la comunidad; de alguien que simplemente quiere su lugar y que pretendería estar orgulloso de Las Grutas por algo más que por sus condiciones naturales…
Maria Bogdanich. DNI: 4099888.
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