Opinión: ¡Cuidado con el ciudadano! tiene sentimientos





(por Pablo Gustavo Díaz Consultor en marketing político). Quienes me conocen profesionalmente saben de la importancia que le asigno a las emociones en la gestión política. Un tema que no es nuevo ya que, desde los albores mismos de la actividad en la antigua Grecia, Aristóteles lo planteaba en su Retórica. Pero vino el iluminismo y Descartes introdujo el concepto de la razón por sobre todas las cosas «cogito ergo sum» y por un tiempo largo pasamos a creer que la vida estaba regida por esa lógica cartesiana. Aún hoy muchos lo creen a pesar de las múltiples demostraciones neuro-científicas en contrario. De allí que soy de los convencidos que ‘pensamos lo que sentimos’.

Es por ese motivo que desde el inicio mismo de la pandemia incorporamos en las investigaciones sociales de nuestra consultora el factor emocional de los ciudadanos. Y descubrimos en él una relación directa con la opinión política.

Así, por ejemplo, nos encontramos con un primer momento allá por marzo y abril donde el MIEDO ‘importando’ por las imágenes que nos llegaban de Oriente, Europa y Norteamérica, era compensado por una expectativa de PROTECCIÓN que la gente descargaba en los líderes que se mostraban activos, conocedores y previsores frente a la crisis. Generándose un clima de opinión de alta CONFIANZA en la política que elevaba sus imágenes positivas y aprobación de gestión hacia el infinito y más allá.

Pero ese clima de opinión fue cambiando a medida que la gente fue constatando empíricamente la llegada del Covid-19 a nuestras ciudades, barrios y casas, y dejó de ser algo que veíamos en las pantallas. A aquellos sentimientos de ansiedad se le sumó la angustia propia de la INCERTIDUMBRE.

Guste o no, convenga o no, queramos o no, el Covid-19 marca el contexto actual e impone las prioridades en la agenda política. Y no solo en la sanitaria sino también en la económica y en la social.

Tan presente está el coronavirus en la agenda política que ha llegado a cambiar el destino político de algunos países y regiones como sucedió recientemente en Estados Unidos.

A principio de año Donald Trump lideraba todas las encuestas mostrando una reelección inevitable que se le frustró por su propia incapacidad de manejo político de la pandemia.

Las recientes elecciones municipales de Brasil también mostraron algo parecido. Casi todos los candidatos apoyados por Jair Bolsonaro perdieron.

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«Emocionar. La política nunca fue un frío torneo dialéctico. Ahora menos que nunca. Ahora hay muertos, hay enfermos, hay dolor, hay sufrimiento, hay miedo, hay temor a la enfermedad y angustia ante los problemas económicos. El que no conecte con ese universo emocional quedará fuera de juego», afirma el consultor uruguayo en psicología política Daniel Eskibel, y tal vez por su proximidad geográfica el presidente Lacalle Pou decidió primero cerrar las fronteras de su país al ingreso de turistas extranjeros y recientemente mandó aumentar la cantidad de testeos y extremar las medidas de aislamiento de contagiados y contactos estrechos.

Sabe Lacalle que el miedo a la enfermedad está presente hoy en la sociedad uruguaya, e intuye el peligro de sumarle a eso la incertidumbre económica que le provocaría la imposición de una cuarentena rígida al estilo del otoño argentino. La burbuja sanitaria es su mejor y más efectiva arma.

En tiempos de tanta incertidumbre como el actual es inútil exigirle certezas a los gobernantes. Muy a pesar de que todos los manuales de marketing político así lo recomiendan para sobrellevar los momentos de crisis.

Pero como también afirma el consultor político catalán Antoni Gutierrez-Rubi en su libro ‘Gestionar las emociones políticas’, un líder no puede saber ni transmitir con certeza lo que sucederá, pero lo que sí debería mostrar son los valores con que afrontará ese futuro incierto.

La responsabilidad y la empatía son de los valores más necesitados de ejercitar en esta hora en que las convicciones políticas poco sirven para resolver los problemas presentes en el primer metro cuadrado del ciudadano.

 

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