Aunque es una de las regiones más visitadas durante el verano, la Costa Atlántica de Río Negro resguarda entre sus particulares encantos una amplia oferta que permite vivirla el resto del año, especialmente durante abril y mayo, en los que la temperatura templada es propicia para estar al aire libre y disfrutar el mar de la región en un sinfin de experiencias inolvidables.
A orillas del río Negro, sobre la margen este del territorio provincial, Viedma se erige entre un sorprendente escenario natural que durante el otoño pinta de colores los paisajes ribereños y convierte a la ciudad en una locación mágica para disfrutar distintas actividades enmarcadas en este imponente curso de agua que invita a realizar distintas travesías náuticas, o simplemente disfrutar del entorno con relajantes caminatas o paseos en bicicleta.
Además, la capital provincial también cuenta con un condimento especial, ya que está marcada por el paso de San Artémides Zatti y Ceferino Namuncurá, dos figuras trascendentales que dan origen a la oferta de Turismo Religioso en la ciudad que cautiva a los visitantes con la vida de estos históricos personajes.
Tranquilidad a orillas del mar
Las tardes cálidas de otoño son el pretexto ideal para recorrer los balnearios rionegrinos y apreciar la tranquilidad sin igual que regalan cada una de las playas que conforman el Camino de la Costa, una ruta escénica que nace a 30 minutos de la capital rionegrina y se extiende por más de 180 kilómetros en los que el agua y el cielo se fusionan con los acantilados, dando lugar a los atardeceres más bellos de la región.
En este marco, El Cóndor cuenta con la combinación ideal de agua, extensión y costas bajas que la convierten en uno de los lugares más óptimos para practicar deportes de viento. Sin embargo, el balneario también alberga más de 100 especies de aves, lo que vuelve al avistaje de avifauna una alternativa increíble que se suma a los distintos sitios memorables dignos de conocer como el Faro Río Negro, el más antiguo de la Patagonia, o el Memorial de Malvinas, que se erige a orillas del acantilado, ambos sitios a los que se puede llegar a pie mientras se aprecia el entorno.
Continuando el recorrido, se destacan El Espigón, la playa elegida por los aventureros para surfear en la inmensidad de las olas y Punta Bermeja, un reserva donde se encuentra una de las colonias de lobos marinos más grandes del continente, que se une a la interesante fauna que reina en el lugar para brindar un espectáculo único ideal para disfrutar en familia.
Más adelante surgen una serie de playas vírgenes como Bahía Rosas y la encantadora Bahía Creek, recientemente aclamada en los medios nacionales por tratarse de un pequeño y tranquilo paraíso en el que los acantilados pierden altura y dan paso a una bahía de aguas claras y cristalinas. La travesía culmina con el paso por Pozo Salado hasta llegar a las encantadoras playas de Puerto del Este.
Propuestas para todos los gustos
Finalizando el Camino de la Costa surge el Golfo San Matías, que baña las costas de Las Grutas, una de las playas más elegidas por los visitantes durante el verano, pero que resguarda increíble actividades para realizar el resto del año, siendo el otoño la temporada ideal para bucear en las profundidades del lecho marino entre antiguas embarcaciones que conforman el Parque Submarino Las Grutas, realizar avistaje de fauna marina y descubrir las especies que habitan mar adentro o visitar alguno de los tres olivares que proponen conocer las particularidades de la producción del olivo, sin dejar de lado la posibilidad de deleitarse con las exquisiteces elaboradas a base de los recursos marítimos de la zona en alguno de los establecimientos gastronómicos del lugar.
Además, desde este destino turístico parten increíbles excursiones a lugares como las Salinas del Gualicho, un oasis de sal plagado de misterios y leyendas y otras que proponen conocer sitios emblemáticos como Fuerte Argentino o El Sótano. Sin embargo, las posibilidades de disfrutar el otoño en la Costa Atlántica rionegrina son infinitos, por lo que es imposible dejar de lado la opción de visitar Playas Doradas, que a 32 kilómetros de Sierra Grande ofrece un refugio tranquilo y pintoresco para disfrutar de la belleza marítima natural en su estado más puro y caminar a orillas del mar, apreciando la particular flora y fauna que caracteriza a este rincón de la provincia.