De aprobarse la norma, las personas incluidas en el listado de ese Registro no podrán obtener habilitaciones, concesiones, licencias o permisos, ni participar de concursos ni ser designados como funcionarios jerárquicos.
También estarán impedidos para acceder licencias de conducir expedidas por los municipios con excepción de quienes las requieran por razones profesionales en cuyo caso se les otorgará por única vez y de manera provisoria.
En los ámbitos provincial o municipal, no podrán acceder a cargos electivos o de funcionario en los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, organismos autárquicos y empresas del Estado, ni ocupar cargos en instituciones regidas por leyes de orden público provincial.
Asimismo, las personas incluidas en el Registro Provincial de Personas Violentas, no podrán recibir el acuerdo legislativo para aquellos cargos que así lo requieran, mientras mantengan esta condición, ni acceder a viviendas sociales construidas por la Provincia, municipios, o planes nacionales.
La creación del Registro Provincial de Personas Violentas se impulsa al amparo de leyes que han sido promulgadas en los últimos años para combatir y erradicar la violencia en el ámbito de las relaciones familiares.
Iguala condicionamientos con aquellos que figuran en el Registro de Deudores Alimentarios, ya que se exigirá certificado de no inclusión para trámites laborales y electorales, entre otros, e incorpora la misma exigencia para solicitar la Credencial de Legítimo Usuario que se gestiona ante el Registro Provincial de Armas (REPAR).
Fundamentos
“La violencia en el hogar ha experimentado un importante desarrollo en las últimas décadas. Una vez que ha surgido el primer episodio de maltrato, y a pesar de las muestras de arrepentimiento del agresor, la probabilidad de nuevos episodios, y por motivos cada vez más insignificantes, es mucho mayor”, argumentan los autores.
“Rotas las inhibiciones relacionadas con el respeto a la otra persona, la utilización de la violencia como estrategia de control de la conducta se hace cada vez más frecuente. El sufrimiento de la victima, lejos de constituirse en un revulsivo de la violencia y en suscitar una empatía afectiva, se constituye en un disparador de la agresión”, apuntan los parlamentarios Paz y Martin, entre otros conceptos.