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¿Qué es el hallux rigidus?

Esta patología cuyo significado es literalmente “dedo gordo rígido”, es la afección artrosica más común del pie y la segunda más común con respecto al hallux valgus (juanete). Las mujeres son más afectadas que los hombres, y la afección normalmente se desarrolla en los adultos entre los 30 y 60 años.


¿Cuáles son los síntomas habituales?
Los motivos de consulta, son habitualmente:
  • Dolor e inflamación en la articulación metatarso-falángica (entre el metatarsiano y el “dedo gordo”).
  • Rigidez de la articulación metatarso-falángica.
  • Bulto o sobrehueso (osteofito) en el dorso o porción superior de la articulación metatarso-falángica, que roza con la porción superior del calzado y duele.
La pérdida progresiva del rango de movilidad del “dedo gordo” del pie genera una alteración en la forma de caminar que termina afectando otras estructuras del pie.
¿Qué factores provocan el hallux rigidus?
La verdadera causa del hallux rigidus se desconoce. No obstante, se han identificado diversos factores de riesgo e incluyen un primer hueso del pie anormalmente largo y elevado (1er.metatarsiano), diferencias en la anatomía del pie, lesión traumática previa en el dedo gordo del pie y antecedentes familiares. La mayoría de estos factores de riesgo provocan daños en las superficies del hueso y conducen a un desgaste, lo cual, a su vez, conduce a la artrosis.
El diagnóstico, puede realizarse habitualmente con el interrogatorio y el examen físico. Las radiografías son fundamentales para evaluar el estado articular y en ciertas ocasiones la TAC (tomografía computada) es de utilidad.
¿Cuáles son las opciones de tratamiento?
El tratamiento no quirúrgico es el que se implementa en primera instancia y habitualmente presenta buenos resultados (según el estado de la articulación, demanda del paciente, etc.). Este consiste en un plan de kinesiología, frio local, antiinflamatorios, modificación de ciertas actividades y en algún caso puntual infiltraciones intraarticulares (corticoides o ácido hialurónico). También se pueden sugerir cambios en el calzado o incluso incorporar plantillas ortopédicas. Aunque estos tratamientos pueden ayudar a disminuir los síntomas, no detienen el progreso de la afección. Cuando han fallado estas medidas se impone un tratamiento quirúrgico. La indicación del procedimiento adecuado para cada caso, dependerá de múltiples factores entre los cuales se encuentran los síntomas, el estado articular, las patologías asociadas, la demanda funcional del paciente, etc.
Dr. Edgar Torres, traumatólogo, Hospital A. Serra.

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