Santi tiene autismo y viaja por el país. Está en Las Grutas. “No para de andar en bici”.

autismo




“Después de un largo camino desde Azul (provincia de Buenos Aires) llegamos a Las Grutas, habiendo disfrutado de lindísimos paisajes pampeanos, sierras y este increíble atardecer”, en el balneario marítimo rionegrino, consignaron el viernes en su página de Facebook los padres de Santi, quien “tiene TGD, TEA, autismo o como quieran llamarlo”, indicaron.

“Desde chiquito me dijeron que Santi era hipotónico y lo primero que se me vino a la cabeza es que tiene que hacer ejercicio, le compré un triciclo de ruedas anchas y en las vacaciones lo hice hacer varios kilómetros por día y desde ahí nunca más quiso parar de pedalear”, agregaron.

“El puede viajar todo el día en auto y jamás se va a quejar… salvo… cuando llegás!” El 2 de enero publicaron: Arrancamos 2020 con todo! Cargamos el auto y salimos! Cuando digo cargamos es cargamos, ahora en Azul queremos dejar la mitad de las cosas! Vamos hacia Puerto Madryn, pero seguramente pararemos a dormir en algún lugar antes.

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ESTA MAÑANA PUBLICARON: Increíble todas las cosas que suceden en un día en Las Grutas.

Desayunamos en el Hotel y partimos caminando a la playa bajo un sol radiante con 36°C.
Llegamos a la costa y había una gran escalera para bajar el acantilado. Como 100 metros de playa nos esperaban. Habían sombrillas muy distanciadas pero no molestaban.
Santi jugó con la pala, impresionante como cambia de Ironman, a niño en minutos.

Jugamos a la paleta y nos bañabamos en el mar.

De un lado un cielo azul profundo, del otro, humo del incendio. Se venía quemando la estepa desde anoche en varios focos. En un momento el sol se escondió detrás del humo y hacía un efecto eclipse.

Nos comimos una ensalada de frutas y nos fuimos a dormir una pequeña siesta de 4 horas!

Al levantarnos volvimos a la playa y todo había cambiado… todo! El humo había desaparecido. Los 100 metros de playa se habían convertido en 10, 15 metros y todas las sombrillas apiñadas. A todos se los veía contentos y relajados. A todos menos a mi que mantenía una especie de cara de claustrofobia. Después nos explicaron que todos los días había que ver la tabla de mareas. Al atardecer el mar empezó a retroceder, la gente se empezaba a irse y el aire a correr. Si bien el sol se esconde sobre la tierra el naranja del cielo avanzaba sobre el mar.

Volvimos al hotel, nos bañamos y salimos a comer. El calor seguía agobiante hasta que nos agarró el chaparrón!

Párrafo a parte los cubanitos con dulce de leche que comimos de postre en la peatonal. Sublimes!

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