«Tiendo a pensar desde la perspectiva del budismo» le dijo Arabela Carreras al diario Perfil. Fue una de las revelaciones más importantes de la entrevista que brindó la Gobernadora donde habló del Covid, la economía, el turismo y, mucho, de política.
Carreras tuvo definiciones sobre JSRN, la relación con el Gobierno nacional y el futuro. «Lo que viene no se va a parecer nada a lo que fue. Las decisiones que debemos tomar no tienen antecedentes. Si nos aferramos a los modelos del pasado, seguramente no seremos buenos actores del tiempo que viene».
También abordó la regionalidad patagónica y el liderazgo de las mujeres: «La Patagonia tiene una impronta progresista», indicó en un extenso reportaje que ADN reproduce en parte.
-Desde CABA nos cuesta entender Juntos por Río Negro, que construye su poder con una alianza entre peronismo, no peronismo, radicales.
Es un fenómeno difícil de comprender. En alguna charla previa hablamos de tu perplejidad, y lo recuerdo. Los partidos provinciales se construyen como respuesta a demandas de la población no satisfechas por el centralismo de Buenos Aires. Debe estar en agenda el federalismo, algo que entró en discusión a partir del Covid-19. El gobierno nacional también está pensando y trabajando con este criterio. Tenemos un federalismo tan particular que termina siendo un centralismo absoluto con epicentro en el puerto de Buenos Aires. Las provincias tenemos que buscar caminos de solución y respuestas en otros lugares. Nosotros normalmente no entramos en la discusión nacional electoral debido al escaso electorado que tiene Río Negro. Somos 720 mil habitantes. A partir de ello fuimos reconociendo la necesidad de tener gobiernos que no dependan de las órdenes que vienen de Buenos Aires. Discutimos las oportunidades de desarrollo o las necesidades de los rionegrinos con cierto grado de libertad, dentro de lo que es un contexto federal, con la compresión de lo que es una provincia. Es diferente de lo que se planteaba desde Mendoza. No imaginamos una provincia como Río Negro fuera del contexto de la nación. Y eso a pesar de tener cordillera, mar, puerto, de contar con una variedad de paisajes, de contar con una riqueza enorme del territorio. Los recursos tienen que contribuir a generar mayor igualdad en el país. Lo pensamos hacia adentro de la provincia y hacia afuera. En este marco construimos una voz propiamente rionegrina y encontramos adhesión en líderes locales que tienen una pertenencia partidaria nacional pero que también quieren consolidar este proyecto provincial.
-Miguel Ángel Pichetto, conocido, con mucha visibilidad, nunca pudo ser gobernador de Río Negro, ni siquiera ser reelecto senador. ¿Cómo se explica?
Tiene distintas explicaciones. Sabemos que el camino electoral a veces no coincide exactamente con los caminos de gestión. Dentro de la provincia incluso hay figuras que son fuertes en la gestión y que a lo mejor no ganan las elecciones o no son perfiles que la gente vote. Miguel Ángel Pichetto fue siempre una figura fuerte en Río Negro para la gestión, para el vínculo con las distintas autoridades nacionales, pero no logró ese objetivo de ganar las elecciones como gobernador. Se debe a muchas circunstancias, a la coyuntura puntual en cada elección. Pero también a la historia de un peronismo en Río Negro con muchas divisiones, que conspiraban contra el éxito de los candidatos. Esto se rompió con Carlos Soria hace un poco más de ocho años. El destino de Soria quiso que el peronismo no pudiera retener el poder. Al morir Soria, quedó Alberto Weretilneck en el gobierno. Precisamente, a partir de la figura de Weretilneck se comenzó a construir esta opción, que es provincial.
-¿Juntos Somos Río Negro es siempre una coalición que se compone también con una parte del peronismo, una del kirchnerismo y una de los radicales?
Es así hoy. Juntos Somos Río Negro tiene personas que se identifican con distintas figuras nacionales. Nos pasa también en el fútbol: tenemos nuestros clubes provinciales y también el club nacional que nos identifica. Es lo mismo: hay personas que tienen un sentimiento más cercano al peronismo o al kirchnerismo, distinción muchas veces razonable, y otras son radicales, de tradición radical, incluso se identificaron con el macrismo o con la propuesta del PRO. Pero a la hora de votar eligen finalmente autoridades tanto a nivel municipal como provincial de nuestra fuerza política.
-¿Se siente nostalgia por la idea de Raúl Alfonsín de mudar la capital a Viedma?
No lo vivimos con nostalgia. Fue un momento de la historia que sí se recuerda, sobre todo en Viedma, porque generó una reconfiguración de la ciudad en materia de inversiones. No quisiéramos volver a eso. Queremos desarrollarnos con nuestras actividades productivas, poner valor agregado, pensamos en incorporar tecnología pero no en una situación de fuerte impacto como sería la del traslado de la capital. No implicaría una mejor calidad de vida para los rionegrinos y rionegrinas, que es lo que nos preocupa a nosotros.
-Otra particularidad de Río Negro es que los vicegobernadores terminan siendo gobernadores. El caso de Soria y Weretilneck y también el tuyo ¿Qué reflexión te merece?
Son circunstancias no deseadas en ambos casos. Lo mío es un poco más previsible. Porque fui yo como candidata a vice y como candidato a gobernador Alberto Weretilneck, que estaba en medio de un proceso judicial que intuíamos que nos iba a ser favorable, aunque estaba dentro de las posibilidades que no prosperara. Así resultó y, por tanto, asumí como candidata a gobernadora. El otro caso fue totalmente impensado. Nunca hubiéramos imaginado la muerte de Carlos Soria, desafortunada y violenta. Eso dio origen a una conflictividad particular que duró algunos años. Costó mucho saldar esa herida. Sigue siendo una herida. Este segundo caso no fue así: se trató simplemente de un revés judicial que no tiene mayor alcance. Fue algo que nos obligó a repensar rápidamente nuestra campaña, reformularla los últimos 15 días. Proponerles a los rionegrinos y rionegrinas una nueva candidata, distinta aunque conocida como vice. La población nos respaldó con una claridad contundente y emocionante.
-Supongo que los debe haber hecho reflexionar a Weretilneck y a vos sobre la fortuna, sobre la existencia de fuerzas que lo trascienden a uno. No sé si te psicoanalizás, o tenés algún punto de reflexión ontológica sobre esta cuestión.
Reflexionamos mucho sobre eso. En lo personal en mi vida privada. También a veces lo hacemos en conjunto, incluso con el propio Alberto Weretilneck. Por un lado, se da esta historia que se hace visible para los medios nacionales o que trasciende los límites provinciales. Que aparece una figura que en 15 días se convierte en gobernadora. Alguien que tiene mucha historia detrás, 15 años de trabajo en política, 15 años de militancia. Una tarea constante y de gran compromiso y mucho trabajo, como sucede con las personas que tenemos pasión. Lo que no era visible en los medios nacionales tal vez sí era conocido para muchos ciudadanos y ciudadanas que nos vieron trabajar codo a codo y en cada uno de los proyectos que se fueron proponiendo para Río Negro. Yo no era una figura nueva en la provincia, aunque no tenía la visibilidad de hoy. También la modestia hace que tengamos que pensar que no es solo mérito propio y que no se trata solamente de una cuestión individual: hay un conjunto de personas que trabajaron y se comprometieron. Cuando gané la elección no lo hice sola. Fue porque hubo un conjunto de personas que construyó esa posibilidad. Desde la perspectiva metafísica, hay muchas formas de interpretarlo: sobre eso no tengo cuestiones concluidas; lo que hay son intuiciones o fe o vocaciones que nos hacen pensar.
-¿Tenés una mirada religiosa sobre todo esto?
Tiendo a pensar desde la perspectiva del budismo, que es la que más me identifica desde el punto de vista religioso. Así, todo lo que nos pasa es resultado de nuestras propias acciones en el pasado. Nos creamos un entramado que deviene de alguna manera. En este caso, resultó ser gobernadora de una provincia.
-Cuando te conocí te pregunté si eras la única jefa de Estado provincial budista. No sé si lo pudiste averiguar, pero me parece que es así. Sos la única jefa de Estado provincial budista que tiene y tuvo la Argentina.
Sigo sin saberlo. No es algo que comparta habitualmente porque tiene que ver con una cosmovisión más bien íntima. Pero sin duda aporta en tiempos como este. Brinda la posibilidad de superar la angustia o de no caer en una situación de desesperación. Permite entender que uno es parte de algo mucho mayor y ponerles mucha modestia a las decisiones que tomamos y también entender la necesidad de trascender el ego. La política suele ser tentadora en este sentido. El contacto con los medios nos hace sentir en una posición distinguida. Nos ayuda a ponerle modestia y escuchar más y tomar decisiones más consensuadas y más compartidas. A no asumir que la silla del gobernador es nada más que una coyuntura, un momento particular en un proceso de aprendizaje.
-Algo similar le sucedió al actual presidente Alberto Fernández: deseaba ser embajador en Madrid y ahora es el jefe de Estado. No sé si en algún momento vos conversaste este tema con él.
Hablamos de otras cuestiones, bastante más coyunturales. A veces es claro que no tenemos todas las decisiones. Debemos tener una gran aceptación del rol que nos toca, más allá de lo que hubiéramos deseado o de lo que hubiéramos imaginado para nosotros mismos. Por supuesto, estar en un lugar de decisiones como son la silla del gobernador o de la del presidente de la nación en momentos como estos no solo no es imaginado sino que seguramente tampoco es lo que uno desearía si imaginara algo para el futuro. Pero bueno, hay que saber que también es una oportunidad. Como sea, es una oportunidad para hacer cosas por los demás. Vinimos a eso, a brindar un servicio. Entonces, cuando uno brinda el servicio no piensa si es un servicio que le gusta brindar o no, es el que hace falta en cada momento. Así que en ese punto los cuestionamientos al tiempo que nos toca gobernar no tienen ningún sentido.
-Tampoco te hubieras imaginado asumir con la crisis probablemente más grande de la Argentina de los de los últimos veinte años. Por lo que se ve, la tensión te quitó hasta los rulos…
Je, el peinado es una cuestión de practicidad. Llevamos casi siete meses, asumí el 10 de diciembre. Me atrevo a decir que no es la crisis más grande de los últimos veinte años. Es un antes y un después. Lo que viene no se va a parecer nada a lo que fue. Las decisiones que debemos tomar no tienen antecedentes. Si nos aferramos a los modelos del pasado, seguramente no seremos buenos actores del tiempo que viene. Es un tema en el que pienso muchas veces: desearía volver a ciertas rutinas que tenía, incluso previas a mi etapa de gobernadora. Pero si me manejo con esa nostalgia me va a costar tomar buenas decisiones. Me gusta pensar en cuál es el país que añoramos o cuál es el mundo que añoramos cuando decimos que queremos volver a la normalidad. Era una normalidad en la que la gran mayoría de los ciudadanos del mundo carecían de casi todo y donde toda la riqueza mundial estaba concentrada en menos del 10% de la población. Los que añoramos la situación previa al Covid-19 estamos en esa minoría que tenía muy buenas condiciones de vida. Porque no creo que los más desfavorecidos de la población mundial estén añorando volver a algo que tampoco era bueno antes. Si pensamos hacia adelante, deberíamos anhelar una realidad más justa, más equitativa, más equilibrada. Y lo difícil es hacerlo desde nuestra formación, desde nuestra cultura con comodidades. En general, los que tenemos voz somos una minoría. También son minoría quienes realizan reflexiones filosóficas. El gran desafío, lo más difícil, es romper nuestras estructuras de pensamiento, nuestras estructuras mentales, y proponer algo más justo. Los decisores, los que estamos conversando esto, vamos a perder parte de nuestros privilegios. Es difícil de asumir que sí o sí tenemos que tomar decisiones que favorezcan a otros y no a nosotros.
-Sos gobernadora siendo licenciada en Letras, lo que sin dudas es otra particularidad. ¿Cómo inciden tus estudios para la función pública?
La formación universitaria en general, y en particular en Humanidades y en Letras, es estructuradora de una forma de pensar. Invita a tomar decisiones de forma informada. Mantengo un vínculo muy fuerte con los ámbitos universitarios. Recurrir a ámbitos donde se genera saber otorga consistencia a las decisiones. Las letras nos sumergen en el mundo humano de forma extraordinaria. Por eso elegí la carrera. La historia y la filosofía me gustan mucho, pero no me brindaron tanto la posibilidad de bucear en la naturaleza humana como lo hizo la literatura. Bucear en la naturaleza humana se parece muchísimo a andar por las calles conversando con vecinos, entrando en los barrios. Por otra parte, es lo que más me gusta de mi tarea: estar en contacto con la gente. Es otra forma de hacer literatura: es el lenguaje en su máxima expresión. Allí hay poesía. Encuentro poesía en tantísimos diálogos con los ciudadanos de mi provincia. Me abrigo en la literatura para comprender la realidad que me toca gobernar.
-¿Hay algo en la Patagonia que contribuye a que elijan gobernadoras mujeres? Vos, Tierra del Fuego, que tuvo a Fabiana Ríos y Rosana Bertone, Alicia Kirchner en Santa Cruz.
La Patagonia tiene una impronta progresista. Hay una dinámica social que permite e incluso exige estos cambios. Hay mucha gente que viene y va, por turismo o porque viene a instalarse desde los grandes centros urbanos. Eso brinda un diálogo con las nuevas tendencias y los nuevos conceptos, que se suman a medida que crece la población. El progresismo de la gente pasa al de las fuerzas políticas. Juntos Somos Río Negro es la fuerza política que rompió con un tradicionalismo muy masculino radical y peronista. Alberto Weretilneck, como líder, permitió esto. Pero también es cierto que es la primera vez en la historia de Río Negro que una mujer puede acceder a un lugar como este. Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que esto ocurriera.
-¿Es más cosmopolita?
Casi tanto como la Capital Federal. De todos modos, no es homogénea. Bariloche tiene un dinamismo en su población muy parecido al de Capital Federal. También hay mucho más tradicionalismo hacia la estepa patagónica; los pobladores tienen otro ritmo, más aferrados a formatos clásicos, y están menos comunicados. Pero hay lugares de la región que tienen mucho diálogo con lo que ocurre en el resto del país. Se percibe en cómo construyen su cultura.
-¿Cómo te ubicás en este debate entre los distintos países que conviven? ¿Cómo se compatibilizan el federalismo y un proyecto nacional común?
Estamos fuertemente vinculados a un proyecto federal común solidario. Si se introduce la palabra “solidario”, cambia un poco el razonamiento. Hay zonas que tienen mayores riquezas y que demandan más asistencia. Tenemos que tener un criterio solidario. Luego, nosotros pensamos que el federalismo actual es injusto y desequilibrado. No se trata de trasladar la capital, de trasladar ámbitos de decisión y estructuras burocráticas, sino de dar oportunidad a la radicación de empresas que produzcan riqueza en otras regiones. Además, que la riqueza se distribuya como se debe y mejore la calidad de vida. Esto sí lo hablé con el presidente Alberto Fernández: necesitamos radicar a través de beneficios fiscales y de otro tipo de incentivos a empresas en nuestro territorio provincial. Esto se hace difícil por las distancias, y por ciertas ventajas que tiene radicar empresas o ámbitos productivos en la centralidad del país. Necesitaríamos incentivos, como los usados para la exportación por puertos patagónicos. Este es un eje de discusión que hoy estamos presentando a la Nación. La idea es que nos permitan generar riqueza y que baje el costo de producir en la Patagonia. Pero de ninguna manera el criterio podría ser separarnos o pensar en una distribución menos solidaria. El Conurbano, que hoy se ve como algo separado del resto del país porque presenta problemas específicos, tiene en su origen a ciudadanos y ciudadanas de todo el país, que fueron en búsqueda de mejores condiciones de vida. Condiciones que no eran adecuadas en sus lugares de origen. El razonamiento debería ser al revés: generemos mejores condiciones de vida fuera del Conurbano y seguramente la gente, que lo único que quiere es vivir mejor, alimentar a sus familias, ser feliz, tener un mejor destino, podría ir a buscar esa oportunidad en otro lado. Muchos tenemos territorios despoblados mientras hay una fuerte concentración en algunas de las grandes ciudades. Tenemos un nivel de concentración urbana de los más altos del mundo. Las políticas, discutidas con los gobernadores y gobernadoras, con el Presidente, con el gobierno nacional, deberían incentivar un tipo de desarrollo diferente. Parece una utopía, pero si un coronavirus, una pandemia mundial, un impacto global como este, no nos da la oportunidad para repensar, desperdiciaremos la gran lección que nos deja este sufrimiento.
-Lo que no logró Alfonsín con la Ley de Coparticipación Federal de 1988 y con su proyecto de mudanza de la capital a Viedma, ¿podría lograrlo el coronavirus fomentando el teletrabajo y modificando la estructura laboral?
Sí, gracias al teletrabajo, pero también tiene que haber políticas públicas. Creo en la planificación, en que las decisiones que tomemos impactarán en ese resultado. Son saludables los debates que tenemos los gobernadores, los ministros nacionales, el Presidente, para ver cómo tomar decisiones consensuadas. Acordar el modelo de país al que queremos llegar y luego gestar las medidas para que dentro de veinte o treinta años ese modelo de país se plasme. El teletrabajo contribuirá. También otros elementos que nos empiezan a parecer cotidianos. Si dejamos que el coronavirus solo rediseñe nuestro país nos vamos a encontrar con la misma nación injusta. Tendrá algunos cambios, pero no el resultado que esperamos. Tiene que haber proyecto, convicción, decisiones, consensos para poder llegar a una redistribución de la población y también de la riqueza. (ADN)