Editorial: unión y resistencia en defensa de la pesca nacional

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En las últimas semanas, el sector pesquero argentino se ha convertido en el epicentro de una batalla política crucial entre el gobierno nacional y los actores que componen esta vital industria.

La llamada Ley Ómnibus, con sus dos artículos referentes al cambio de paradigma en la pesca, ha desatado una reacción inmediata y contundente que ha trascendido las fronteras de la actividad para convertirse en un frente común.

Es innegable que la ofensiva libertaria que se ha extendido sobre diversos sectores de la economía ahora ha alcanzado las aguas de la pesca, colocando a esta industria en una coyuntura extrema. Sin embargo, lo que resulta aún más notable es la unidad que ha logrado generar en su contra. Gobernadores, intendentes, diputados, legisladores provinciales y senadores han cerrado filas, comprendiendo la magnitud de las desregulaciones propuestas y su impacto inminente.

La solidaridad se ha extendido más allá de las fronteras políticas y ha incluido a los gremios, que han puesto en pie de guerra para defender no solo sus derechos, sino la integridad de una industria que, sin duda, es vital para la economía nacional. Lamentablemente, en este escenario, nos vemos obligados a señalar las desafortunadas declaraciones de la canciller Diana Mondino, quien ha recurrido a términos despectivos para referirse a los líderes sindicales, revelando una falta de respeto hacia la representación gremial.

Guillermo Francos, el ministro más sensato y reflexivo en este contexto, ha entendido la magnitud de la embestida que enfrenta el sector pesquero, sobre todo en Mar del Plata y Chubut, dos lugares emblemáticos de la pesca argentina. La participación activa de cámaras empresariales, sindicatos, astilleros, fresqueros, congeladores, la industria naval, así como el desacuerdo de Prefectura y la Armada Argentina, demuestran la amplitud de la resistencia a las desregulaciones propuestas.

La Ley Ómnibus, en su intento de desregular, amenaza con afectar la producción, la rentabilidad, las fuentes de trabajo, la soberanía y el ambiente. Con 46 mil puestos de trabajo directos, más de 140 plantas procesadoras y frigoríficos autorizados a exportar, y más de 1.000 buques pesqueros, la industria pesquera argentina es una pieza clave en el engranaje económico del país.

Es alentador observar que, ante la presión y movilización de los gremios marítimos, el ministro del interior ha anunciado una revisión y, lo que es aún más significativo, se ha confirmado la derogación de los artículos en cuestión. No obstante, es necesario que estas acciones se traduzcan en hechos tangibles para que la alerta y movilización del sector pesquero no pierdan su vigencia.

En este momento crítico, la unidad y la resistencia se han erigido como los pilares que sostienen la defensa de la pesca nacional. Esperamos que el diálogo entre el gobierno y los representantes del sector conduzca a soluciones equitativas y sostenibles, asegurando el bienestar de una industria que es esencial para la productividad de nuestro país.

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