El primer juzgado de paz y registro civil de San Antonio Oeste con un misterio sin resolver





HISTORIAS SANANTONIENSES. Se estima que hacia 1903 vivían en el poblado de San Antonio Este unas setenta y cinco familias. Es decir, una población que rondaba entre trescientos y quinientos habitantes.


Antes de que algunos comerciantes decidieran recorrer el Oeste de la bahía con el fin de mudarse a un emplazamiento más propicio a la huella que seguían las tropas de carretas que llegaban desde el sur y el oeste cordillerano, las autoridades fueron estableciéndose en las tierras del ‘Saco Viejo’.
Luego de la habilitación del puerto de San Antonio como Subprefectura Naval, se puso en funciones el primer Juzgado de Paz y Registro Civil.
El primer juez de Paz fue el señor Arturo San Juan de Santa Cruz y Hurtado de Mendoza, como así se llamaba.
Hurtado de Mendoza fue el responsable de impartir justicia y dirimir los pleitos domésticos entre los pobladores del humilde caserío y como un hecho curioso en la historia rionegrina hay un juez de Paz con dos características muy particulares: una de ellas es la profusión de sus nombres y apellidos y la otra, a la luz de diferentes documentos, la circunstancia de que podría haber sido el protagonista de una muerte simulada.
Nos estamos refiriendo, al decir del historiador de San Antonio Oeste, don Adolfo Fragoza, al “juez de jueces” de origen español que llegó a la costa atlántica a fines del año 1897 ocupando el cargo de Juez de Paz, casi en forma simultánea con la habilitación del Telégrafo Nacional en San Antonio Oeste, conocido en aquellos tiempos como “Saco Viejo”.
Acota que “producido el éxodo del Este y concretada la fundación del Puerto, continuó desempeñándose en idéntica función previo traslado del juzgado a su nuevo destino. Los muebles y elementos de oficina fueron transportados por lancha desde el Puerto del Este. Fue entonces el primer ciudadano que desempeñó el cargo de Juez de Paz en los dos asentamientos sanantonienses”.
Lo más llamativo de este recordado funcionario es tal vez lo extenso de sus apelativos pues lo menciona el Dr. Juan Carlos Irízar en el opúsculo de su autoría “Rescatando ayeres”, que se llamaba Don Arturo San Juan de Santa Cruz y Hurtado de Mendoza. Casi nada. Se sabe que se radicó en esa incipiente localidad en el año 1905 ejerciendo sus funciones hasta el año 1914.
Los historiadores locales son unánimes al expresar como don Adolfo Fragoza que “llegó un día buscando el mar y vivió junto a él sin saber que el destino le había signado su paso a la inmortalidad en plena navegación dado que su deceso se produjo a bordo del vapor “Río Negro” viajando desde Buenos Aires rumbo al Puerto de San Antonio”.
El Dr. Irízar apunta que ese hecho desgraciado ocurrió el día 9 de junio de 1914. ¿Un hijo? Sin embargo hay otro hecho curioso relacionado con este hombre público portador de tan extenso nombre, pues el historiador y escritor del Valle Medio Floriano López, en su historia aun inédita de Pomona –el antiguo Paso Peñalva– cita que en el año 1933, (casi veinte años después de su fallecimiento en alta mar), integraban la primera Comisión de Fomento de la flamante urbanización a orillas del Río Negro los señores Benjamín Maldonado, Juan Rosauer, Sixto Casimiro Garro, Bernabé Cambiasso y como presidente –vaya coincidencia– don Arturo San Juan de Santa Cruz. ¿Podrá haber sido un hijo de aquel Juez de Paz pionero de San Antonio Oeste? ¿Una coincidencia que ambos portaran el mismo nombre y apellido?
Lo cierto al decir de don Adolfo Fragoza que lo verdaderamente importante es que “de un pasado que es nuestro y que de alguna forma nos une a los rionegrinos rescatemos el nombre de uno de los pioneros de la justicia como don Arturo San Juan de Santa Cruz y Hurtado de Mendoza”.
Su último apelativo también es muy llamativo, sobre todo al proceder nuestro protagonista de España, donde el apellido Hurtado de Mendoza está ligado a hechos históricos muy importantes y algunos de esta familia con valiosos servicios a la Corona. Tal vez algún apasionado de nuestra historia regional podrá develar el misterio de este hombre público y decir si era una mera coincidencia o bien algún error en los datos recogidos. (con aporte de Jorge Castañeda – René Lefevre – Juan Izco)

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