EN DEFENSA DE LOS PULPITOS, EL GOLFO Y DON TEO





Don Doroteo Oscar Prieto, más conocido como Don Teo, es un escritor nacido en Pilo Lil, pero radicado desde hace muchos años en Ruca Ló, en inmediaciones del Balneario Las Grutas.

Don Teo ha escrito numerosos libros donde recrea el paisaje y los personajes de nuestra querida Patagonia, pero especialmente de Las Grutas, lugar donde vive y disfruta.

En su último Libro “Cuentos del Teo”, describe con amena pluma la belleza de nuestro golfo. Dice Don Teo:

“El Golfo es un desierto enorme. Movedizos médanos de agua le tiemblan en la piel; son millones, los llaman oleaje y el oleajes calmo, cuando él quiere, o revoltoso, si él lo quiere.

Hace más de cinco, casi seis horas que la marea se retrajo, como si una gigantesca aspiradora la sorbiera desde el centro mismo del Atlántico.

Al borde de este trozo de mar emergen siluetas de monstruos imposibles, los han petrificado caprichosos millones de años con basalto y sal, son las rocas que empecinadas, inmortales y negras siguen presenciando los milagros de la vida y de la muerte.

Acorraladas y salpicadas de restingas han quedado lagunitas que disimulan entre algas y conchillas a recelosos cangrejos prestos a salir disparados ante el menor movimiento, guardan además camuflados lenguados que se aplastan sobre el suelo y observan desconfiados con su mirada apasionada y chata. Traslúcidos juveniles de pejerreyes, de sargos, gallos y de otras especies, perforan el agua en escurridizos cardúmenes; llegando el momento de la fritanga gastronómica se estandarizan seguramente en un apellido común: cornalitos.

Algo se mueve rompiendo la quietud de algunas lagunitas, es un humano, intruso, fisgón y depredador, como casi siempre.

Desde la perspectiva de una ostra, esas formidables y movedizas columnas blancas que portan y transportan al inoportuno personaje, son enormes; para él son simplemente sus botas, sus preciadas botas de pulpero. En la mano izquierda lleva un baldeen el que aún se lee, aunque borroso “Supermóvil”, en la derecha un afilado gancho de hierro le prolonga el brazo.

Desaprensivas las botas aplastan algas, arena y piedras; husmeadora e indagante la mirada del muchacho rastrea algún desorden en la arena, los restos de un caracol, los fragmentos de la caparazón de algún cangrejo, o de “pasto colorado”; y tras ellos se hunde bajo la roca la impiadosa precisión del gancho; un breve giro a la izquierda y el retroceso del hierro portando el desesperado y sorprendido cuerpo del pulpito, que con insensible sacudón va a parar al fondo del balde blanco en el que aún se lee “Supermóvil”.

Maltrecho, malherido y golpeado, su triste y resbalosa realidad se mezcla con la decena de congéneres; posiblemente muera en ese tacho y el sabor de su cuerpo enorgullezca al cocinero del mejor restaurante de Las Grutas: quizás sus ocho brazos, ya cadáveres, se abracen al trozo de un morrón o de una vieyra en alguna anónima paella, quizás…

Quizá quién lo deguste, lo encuentre tierno, gomoso o insípido, mientras desde una terraza contemple displicente al golfo más azul del continente que se parece a un desierto enorme al que movedizos médanos de agua le tiemblan en la piel… Quizás”.

Jorge Castañeda (Escritor – Valcheta)

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