Los escritos de un viajero inglés en la Patagonia: Bruce Chatwin pasó por San Antonio Oeste

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HISTORIAS SANANTONIENSES. Se trata del libro “En la Patagonia” escrito por el famoso viajero inglés Bruce Chatwin en 1977 al que algunos calificaron de inverosímil varios de los relatos.


Lo que sigue es gran parte de lo escrito por el periodista e historiador Marcelo Pesaresi en la página web “Evangélicos en Patagonia, protestantes en el Sur de la Argentina”, difundida en abril del 2017.

Un manto desilusionante me arropó cuando llegué al capítulo 6 donde narraba su paso por la Patagonia Norte. A pesar de leer una y otra vez, no lograba entender el itinerario del inglés. Nací en Bahía Blanca y he vivido por años en la provincia de Río Negro por lo tanto, el presunto recorrido de Chatwin me es familiar. Sin embargo, no podía por más que lo intentaba, reconocer por dónde había bajado al Sur”.

“A la Patagonia Profunda se ingresa por la ruta 3 o bien por  la 22 empalmando al sur de Río Colorado con la 251. No existen otras carreteras para viajar hasta la Tierra del Fuego a excepción de la 40 que, por estar al oeste muy lejos del recorrido de Chatwin, no es mencionada en su paso por el este rionegrino. ¿Por dónde viajó este inglés?

Chatwin escribió: “Bahía Blanca es la última ciudad importante antes de que empiece el desierto patagónico. El “desierto patagónico” conviene aclarar, no es tal, sino  un territorio vasto cubierto por vegetación xerófila, atravesado por caudalosos ríos donde abreva la civilización de tipo europeo entremezclada con gente de origen tehuelche y mapuche. (Además de otros inmigrantes provenientes de naciones limítrofes y del mundo). Por tal razón, no es un desierto donde nadie habita, sino un espacio cubierto de especies vegetales, con enormes establecimientos dedicados a la cría de ganado ovino, bovino, etc y por una gran cantidad de fauna autóctona que, por falta de espacio, no se describe aquí, además de áreas destinadas a la producción frutihortícola. ¿Por qué se le denomina desierto? Es largo de explicar y me llevaría otro post. Prometo más adelante, escribir algo al respecto”.

“Bill me dejó en el hotel próximo a la estación de autocares”  prosigue Chatwin. “El bar del hotel estaba pintado de verde, bien iluminado y lleno de hombres que jugaban a las cartas. Un campesino joven se hallaba junto a la barra. Apenas se tenía en pie pero conservaba la cabeza erguida como un gaucho. Era un chico bien parecido, de pelo negro rizado, y en verdad estaba muy borracho”. ¿Cuál sería el hotel que refiere Chatwin? y…¿Quién era Bill? Probablemente un personaje inventado. En cuanto al hotel…”.

El hecho que mencionara “un bar” donde hombres jugaban “a las cartas” y donde, entre los parroquianos, aparece uno que era gaucho, parece estar describiendo a la antigua terminal de colectivos ubicada en 19 de Mayo entre Zelarrayán y Estomba (Bahía Blanca). En la actualidad el sitio donde estuvo esta terminal precaria, por cierto, es una playa de estacionamiento para los empleados de comercio y uno de los hoteles todavía existe. Había allí un café que  servía en sus días para aguantar la espera de los pasajeros. Que uno de estos estuviera “ebrio” no parece ser creíble ¿por qué?…

En los días que Chatwin viajó por nuestro territorio, la Policía estaba muy atenta a las in conductas en la vía pública y cualquier borracho en un sitio público frecuentado por menores y mujeres como una terminal de colectivos podía ser detenido y llevado detenido a la Comisaría. A principios de los años setenta, cuando el inglés anduvo por Patagonia, eran días aquellos donde la Policía actuaba a “voluntad”. El respeto por los derechos humanos comenzó en 1983 con la llegada del gobierno radical de Raúl Alfonsín#.

Chatwin prosigue: “La esposa del propietario me mostró una habitación calurosa y asfixiante, pintada de color púrpura, con dos camas. No tenía ventana y la puerta comunicaba con un patio cerrado con vidrios. Era muy barata y la mujer no dijo que tuviera que compartirla”. El hotel debe ser uno de los dos que conocí próximos al lugar, no más de media cuadra uno y el otro enfrente. Ambos hoteles lucraron en su momento gracias a su cercanía a la terminal. Posteriormente, cuando esta se trasladó, funcionaron como albergues para parejas, viajeros ocasionales o inquilinos.

Y agrega detalles: “Estaba medio dormido cuando el muchacho campesino entró tambaleándose, se arrojó sobre la otra cama, gimió, se sentó y vomitó. Devolvió intermitentemente durante una hora y después roncó. Aquella noche no dormí por culpa del olor del vómito y de los ronquidos·. Que lamentable experiencia. Imagino que no lo habrá pasado nada bien pero, conociendo cómo pueden comportarse los ingleses de “la popular”, no debió sufrir nada de otro mundo. Algunos ingleses se comportan “peor que los indios” al decir del injusto dicho popular. (Algún día también habré de escribir quienes fueron más “indios” en el sentido de salvajes. Si los ingleses blancos que arribaron o los naturales trigueños que aquí vivían desde que llegaron desde otro continente).

Sigamos con Chatwin: “De modo que al día siguiente, mientras rodábamos por el desierto, contemplé somnoliento los jirones de nubes plateadas que se devanaban en el cielo, y el océano de arbustos espinosos gris-verdosos que cubrían las ondulaciones y se remontaban por las terrazas, y el polvo blanco que se desprendía de las salinas y, en el horizonte, la tierra y el cielo que se disolvían en la ausencia del color”.

Me interesa la parte que menciona el “desierto”, que no es tal, a la salida de Bahía Blanca ya en ruta hacia la Patagonia Norte. Menciona salinas. Dado que no precisa ubicación, supongo que se puede referir a: primero, la  conocida como “Salitral la Vidriera”, que  se puede ubicar a oeste de General Daniel Cerri y antes de llegar a Médanos; al lado de en un cruce de rutas. Nunca he visto que allí “se levante polvo” (aunque puede ser). Siempre se encuentra húmeda porque su irrigación  depende tanto de lluvias como de la amplitud de las mareas de aguas saladas de la zona costera del humedal de Cerri. O quizás se estuviera refiriendo a las Salinas “del Algarrobo”  (ubicada al oeste a unos 5.878 metros de la entrada a José B. Casás en dirección y “de Piedras”, aproximadamente 6.200 metros de la ruta 3), en cercanías de Carmen de Patagones.

Ahora bien: justo es reconocer que, el  polvaderal en ocasiones se levanta desde lagunas secas y campos aledaños a las rutas, gracias al viento que por lo general sopla y fuerte en la zona. La descripción de la vegetación, típico monte xerófilo, es correcto. Entonces ¿a qué salinas se refería Chatwin? Solo Dios sabe. Dado que “producía ficción” en vez de describir con precisión pudo ser cualquiera o bien, un invento de su fértil imaginación.

Pero hay un detalle que nos dice que Chatwin no viajó a la Patagonia por la 22 empalmando hacia el Sur por la 251 sino por la 3. Leemos: “La Patagonia empieza en el río Negro. A mediodía el autocar atravesó un puente de hierro tendido sobre el río y se detuvo frente a un bar”. ¿Cuál sería el puente de hierro que refiere?

No puede ser ninguno de los dos que existen en la ruta 22 y 251 en las localidades de Río Colorado y Conesa. Ambos son de materiales. En Río Colorado sí existe un puente de hierro que vincula la localidad pampeana de la Adela con Río Colorado, pero no era utilizado por los ómnibus de pasajeros. En Conesa por años se cruzó el río Negro en balsas más o menos hasta 1968 cuando se inauguró el nuevo puente carretero y este no es de hierro precisamente.

El único puente de las características mencionadas por el inglés y sobre el río Negro es el  ferrocarretero que une Carmen de Patagones y Viedma. ¿Viajó Chatwin por la ruta 3? Tal parece que sí aunque el relato es poco preciso y casi no refiere nada útil para identificar lugares de este recorrido. O quizás lo vio en fotografías y le pareció bonito por su diseño tan elaborado y digno de ser incluído en la narrativa de un libro. A saber…”.

Se complica identificar los lugares visitados con tanta escritura ambigua. Por ejemplo: “Una india se apeó con su hijo. Había ocupado dos asientos con su mole. Mascaba ajo y usa unos pendientes tintineantes de oro puro y un sombrero blanco y rígido rendido sobre las trenzas. Una expresión de terror abstracto cruzó por las facciones del niño cuando ella maniobró consigo misma y con sus paquetes para bajar a la calle. Las casas estables del pueblo eran de ladrillo, con chimeneas negras y una madeja de cables eléctricos en lo alto. Allí donde terminaban las casas de ladrillo empezaban las chozas de los indios. Estas se hallaban compuestas por parches: cajas de embalar, láminas de plástico y arpilleras. Un hombre solitario marchaba calle arriba, con el sombrero de fieltro marrón encasquetado sobre el rostro. Transportaba una bolsa y se internaba entre las nubes blancas de polvo, rumbo al campo. Unos niños se refugiaron en un portal, y se pusieron a atormentar a un cordero. Desde una choza llegaba el ruido de la radio y de grasa siseante. Un brazo musculoso se asomó y arrojó un hueso a un perro. El perro lo cogió y salió disparado”.

“He vivido toda mi vida entre indígenas de la Patagonia tanto de la etnia mapuche como tehuelche y nunca observé que “mascaran” ajo a semejanza de los altiplánicos bolivianos que mascan coca. En este punto Chatwin miente descaradamente. Tampoco usaban  las mujeres en esos días pendientes de oro puro. Estas gentes eran de tan humilde condición, que de haber tenido oro, sin duda lo habrían intercambiado por algo que les fuera de utilidad. Este detalle es un invento del autor o sea, otra mentira más. Las únicas joyas que les he visto son de plata, y solo se utilizan cuando las mujeres mapuches visten sus galas para fiestas, o bien, las comunes que utiliza cualquier mujer sin importar raza que aquí se conocen como “bijouterie”.

Pero si es cierto que tanto en Conesa, Río Colorado. Carmen de Patagones o Viedma, se construye hasta el día de la fecha con ladrillos y que, la gente pobre –no necesariamente aborigen- habitan “ranchos” que es como se les llama a las chabolas de las villas de emergencia que no son otra cosa que barrios precarios necesitados de urbanización. Habría que agregar un elemento de construcción que se utilizaba poco, pero existía, en los días que viajó Chatwin. Me refiero al ladrillo amasado con barro y paja llamado “adobe” y también la construcción en seco de viviendas prefabricadas de chapas y madera al “estilo inglés“. Dado que “en todas las localidades” existían viviendas como las descritas no es posible identificar en qué pueblo las observa. ¿Por dónde viajó Chatwin? Es un misterio como la Santísima Trinidad, poco menos.

El polvo mencionado en el relato es consistente con la región, árida, donde el viento siempre es permanente y muy fuerte. El ruido a radio también es posible que lo oyera porque en, aquellos días, las personas usaban mucho este aparato. Pero para oír tal cosa, habría tenido que descender del ómnibus. El ruido a “grasa siseante” seguramente se debe a la preparación y fritura de las “tortas fritas”, un bocado muy apreciado en la zona para tomar con mate, te o café, en días fríos y lluviosos o bien, buñuelos. Pero si había polvo flotando entonces no podría haber estado lloviendo. ¿Serían tortas con chicharrones? Tal vez. Pero no tengo espacio suficiente en este post, para apuntar suposiciones infinitamente.

Continúa el relato: “Fuera del pueblo había plantaciones irrigadas de maíz y calabazas, y huertos de cerezos y albaricoqueros”. No, definitivamente, Chatwin no describe con exactitud lo que ve. Si estuvo en Río Colorado (en la rivera del río del mismo nombre) luego de ingresar y egresar del pueblo, lo que debió ver fueron algunas plantaciones a orillas del río del mismo nombre cercanas a las estaciones de servicio donde los viajantes podían estacionar sus vehículos para cargar combustibles o aprovisionarse de frutas, verduras, comida en general y luego, ya recorriendo kilómetros sobre la 22, encontrar el desvío para tomar la carretera 251 hacia la Patagonia profunda.

Si estuvo en Conesa, pueblo que le sigue a Río Colorado, seguramente vio frutales en parcelas cuadradas rodeadas de álamos que aquí llamamos “chacras”. Entre las especies que se cultivaban se encontraban manzanos, ciruelos, perales, algunas higueras, vides y, en lo hortícola, verduras para acompañar la dieta de las personas que mayoritariamente carnívora. Tampoco aquí, el relato de Chatwin, contribuye a identificar por donde atravesó la Patagonia Norte.

Los maizales existían pero muy pocos y la gente, a diferencia de otras culturas donde esta planta es esencial para la dieta, en esta parte de Argentina solo es un alimento ocasional. Lo mismo pudo ver a la salida de Viedma, en un tramo llamado “Idevi” donde por entonces, iniciaba labranzas para transformar el terreno otrora cubierto de paja vizcachera en montes frutales. Los cerezos son árboles raros de ver, aunque no se descarta que haya visto alguno a la pasada. Entonces…, parecería que viajó por Viedma.

Mientras procuro darle un final a este post, sonrío. Pensaba, en mi ingenuidad, que era uno de los pocos que se había dado cuenta que Chatwin, el famoso viajero, había mentido detalles de su viaje. Pero, al investigar más para elaborar este escrito, me encontré con figuras como la de Osvaldo Bayer y muchos otros, criticando que Chatwin no había descrito con precisión sino que había “novelado” un viaje a partir de apuntes.

En la actualidad, Bruce Chatwin es objeto de algunos debates y estudios críticos. Adrián Giménez Hutton no aguantó el deseo de averiguar por si mismo si Chatwin había escrito verdad o  mentira y se largó tres veces a recorrer la Patagonia. Su búsqueda culminó en un libro titulado “La Patagonia de Chatwin” o sea, la que “inventó” el inglés y no la real.

Xavier Alcalá dice sin tapujos que la Patagonia descrita por Chatwin es “falsa” y así titula uno de sus escritos.

Jorge Camarassa afirma que Chatwin no “contaba media verdad, sino verdad y media” y que, a la hora de narrar, “antes que periodista era escritor”.

Maria Sonia Cristoff, en “El mito del escritor viajero” escribe que, Giménez Hutton dedicó un capítulo entero a tratar las imprecisiones en el relato de Chatwin sobre  las huelgas obreras en la Patagonia. Además apunta una sabrosa anécdota: dice que Osvaldo Bayer, quien fue el más grande investigador de las matanzas de los peones rurales en este triste episodio de represión, acabó denunciando por robo intelectual a Chatwin y por la sustracción de libros que comprobó luego de la visita del inglés a su casa porteña. Tal parece que de protestante el británico solo tenía el nombre.

Bernadette Califano en su trabajo “La invención de la Patagonia” recuerda que Paul Theroux, amigo del viajero, había dicho que otro amigo en común, lo había calificado como “charlatán Chatwin” porque siempre estaba explicando teorías confusas. Theroux rememora, dice Califano, que en cierta oportunidad en el transcurso de una cena de la Royal Geographical Society lo oyó hablar sobre “las numerosas montañas que había escalado” cuando en realidad nunca había sido un gran andinista. Califano cita a Theroux cuando este increpó al viajero diciéndole que en un libro de viajes había que decir la verdad a lo que Chatwin le replicó “yo no creo en decir la verdad”.

Bolacero: en la jerga vieja de mi ciudad, San Antonio Oeste, “bolacero” es un término que refiere a una persona poco verídica, que narra inventando como si de ficción se tratara, que habla de cosas irreales, que miente a cada rato.

Bruce Chatwin fue un escritor nacido en Sheffield, Yorkshire, Inglaterra, el 13 de mayo de 1940. Falleció por causa del virus HIV el 18 de enero de 1989. Trabajó un tiempo a partir de 1958 hasta junio de 1966 en la compañía de subastas  Sotheby’s donde, gracias a su capacidad, alcanzó el rango de gerente. Ingresó a la Universidad de Edimburgo, Escocia, donde obtuvo un premio por la calidad de su trabajo. Sin embargo, pronto se aburrió y después de cursar dos años, abandonó los estudios.

En 1972 ingresó en el Sunday Time Magazine como asesor de arte y arquitectura. Durante una de sus entrevistas -a la que le realizara a la arquitecta y diseñadora irlandesa Eileen Gray por entonces de 93 años- observó un mapa de la Patagonia pintado por tan singular mujer. Se dice que él le confesó sus deseos de viajar al fin del mundo. “Siempre deseé ir allí”  pronunció y la anciana le respondió “Ve allí por mí”. No transcurrió mucho tiempo para emprender el viaje y luego de pasar seis meses en el sur de Argentina, publicó al regresar su famoso libro de viajes “En la Patagonia” (1977).

Al principio sus lectores imaginaron la narrativa como basada en hechos verídicos. Pero luego comenzaron a aparecer los críticos, muchos de Argentina, acusándolo de narrar personajes y conversaciones ficticias a los que presentaba como reales. (Mas Rio Negro)

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