Els Vermeulen, bióloga belga, de 36 años, estudió durante siete años a esta variedad de delfín y reveló por qué está en riesgo de extinción.
Nació en Amberes, Bélgica. En la Argentina comenzó observando ballenas, pero al poco tiempo se dedicó a estudiar una población de delfines que pocos conocían en ese momento y que viven en las aguas de la Patagonia.
Vermeulen habla holandés flamenco (su lengua materna), inglés, español, francés y también afrikáans, uno de los idiomas que utilizan los sudafricanos. Actualmente, alterna su vida entre Bélgica, donde está su familia de origen, y Sudáfrica, donde hace sus investigaciones.
Conoce a los delfines como muy pocos científicos en el mundo, pero además los reconoce. Puede identificarlos por una serie de características propias, como la forma de su aleta dorsal o la presencia de cortes y cicatrices en la misma.
Esas marcas, consideradas únicas y permanentes, hacen posible la identificación de cada individuo: de esa manera sabe de qué animal se trata. Para facilitar los estudios les saca una foto cuando salen a respirar, y les pone un nombre.
Utilizó ese sistema, denominado fotoidentificación, para estudiar la población de toninas de la Bahía de San Antonio, en la provincia de Río Negro, entre los años 2006 y 2012. Allí descubrió, entre otras cosas, que muchas de ellas, como Hilda, permanecen en la zona todo el año, criando a sus cachorros, especialmente durante invierno y primavera.
Observó también que, en otoño, la cantidad de delfines disminuye en forma notable, tal vez por la falta de peces en la región. Por eso viajan hasta la desembocadura del río Negro, a 180 kilómetros de SAO. Ese fue el caso de Yaco, un macho adulto con una aleta dorsal muy distintiva, que permite identificarlo fácilmente y que fue visto ingresando a las dulces aguas del río Negro, llegando incluso hasta Viedma y a Carmen de Patagones, en la orilla opuesta, en la provincia de Buenos Aires.
Pero su delfín predilecto es Tulumba, hembra adulta que se acercaba mucho a las embarcaciones de los investigadores, tanto que salía en todas las fotos y Els le decía: “Ya te saqué foto Tulumba, salí de acá”.
Esta hembra nunca fue vista con crías, lo que podría indicar que es muy mayor y no puede tener cachorros. Tulumba sería algo así como la Abuela de la Bahía y la más vieja de su grupo, con una edad estimada en más de 40 años.
Vermeulen pasó siete años viviendo en nuestro país, investigando a animales como Hilda, Yaco y Tulumba, y de aquella época recuerda los asados, el mate compartido con amigos y las horas navegando junto con los delfines, o viéndolos desde los acantilados con potentes telescopios.
Ese trabajo arduo cambió también el destino de esta especie. Antes de que ella los estudiara, no se consideraba a las toninas como una especie en peligro de extinción. Hoy se sabe que no quedan más de 300 a 400 ejemplares en la Argentina.
Vermeulen es asesora científica de la delegación de Bélgica en la Comisión Ballenera Internacional (CBI), organismo creado en 1946 para la regulación internacional de la caza de ballenas. Llegó allí por su conocimiento sobre los delfines argentinos. Durante años intentó llamar la atención sobre el pobre estado de conservación de los delfines en nuestro país, pero recién ahora, con un informe presentado ante la CBI, está llegando la presión para que las autoridades nacionales tomen decisiones
Els sabe decir delfín en varios idiomas: dolphin en inglés, dolfijn en neerlandés y dauphin en francés. Lo que no sabe es por cuánto tiempo podremos seguir viéndolos saltar frente a las costas del mundo.
Alejandro Balbiano – diario Clarin – compilación masrionegro.com.ar