(Por Ignacio Somorrostro) El viernes pasado (CIERRE DE LISTAS EN PROVINCIA DE BUENOS AIRES) observamos un nuevo capítulo de la decadencia democrática: ya no es el pueblo quien elige a sus representantes, sino las estructuras partidarias —la famosa CASTA— las que deciden a dedo quién puede competir y quién no. Como en una vieja obra teatral, los personajes están definidos de antemano. El resto, apenas extras.
Las PASO, pensadas como un mecanismo abierto, legal y legítimo para canalizar la participación política, han sido vaciadas de contenido por una avivada clásica made in Argentina: la mayoría de los partidos no presentó internas reales. Resultado: una elección sin disputa, pero con boletas, urnas, fiscales y gasto público a granel. Un sainete carísimo.
En su momento propuse —como tantos otros— que solo pudieran participar en primarias los espacios con competencia interna real. Pero no. En Argentina, la ley se interpreta según convenga. Y así, las PASO devinieron en un absurdo institucional.
Luego vino la suspensión de las PASO, pero sin alternativa democrática. ¿Qué quedó? Lo más viejo del sistema: los aparatos. Son ellos quienes deciden quién representa al pueblo. O más bien: quién representa sus intereses. Todo muy progresista, todo muy transparente… pero por atrás, los hilos los mueve siempre el mismo titiritero.
Para 2027, ojalá encontremos mecanismos que devuelvan algo de entusiasmo ciudadano. Porque si el votante sólo aparece para legitimar lo ya decidido en una mesa chica, entonces la democracia se convierte en ritual vacío.
Y ya que estamos pidiendo imposibles, agreguemos esto: ¿no sería hora de que los funcionarios electos cumplieran sus mandatos? ¿Qué necesidad hay de ser diputado para después ser senador, y a los dos años precandidato a gobernador? Si la ciudadanía, en un rapto de amor político, clama por su figura, que renuncien seis meses antes… y devuelvan el sueldo desde el primer día. Spoiler: nadie lo hará.
Y una última: si tanto se habla de modernización del Estado, ¿por qué no discutimos también cómo integrarán la inteligencia artificial en sus funciones? La IA no duerme, no cobra doble, ni pide viáticos. Podrían empezar por reducir la obscena cantidad de asesores que, en muchos casos, ni siquiera saben qué se vota. O en qué cámara están.
Porque la democracia no sólo se honra votando. Se honra siendo coherente. Cumpliendo. Y dejando de tomarle el pelo al ciudadano.