El balneario de Río Negro, famoso por los barrancos de su costa, vive más allá del verano con interesantes actividades: avistaje de fauna marina, bautismos de vuelo, visitas a un salar y propuestas culturales.
El mar estaba calmo y algunas personas paseaban por la playa mientras disfrutaban de las últimas horas de luz del día. La ciudad de Las Grutas respiraba tranquilidad con su imponente vista frente al mar, sobre un barranco de ocho metros de altura que se extiende a lo largo de toda su costa. Desde el borde contemplábamos el hermoso paisaje marino. En un momento, alguien señaló con emoción infantil un punto en el mar. Afinamos la mirada y, entre las suaves olas, vimos algo coronado por una aleta que, con movimientos ondulantes, se sumergía y emergía del agua: era una tonina.
Nos quedamos un rato siguiéndola con la vista hasta que otro animal nos llamó la atención. Como si fuera el periscopio de un submarino, un lobo marino surgió del agua para mirar a unas gaviotas que reposaban a pocos metros. Por un momento se quedó así, firme y recto como una boya, contemplando a las aves, luego se volvió a sumergir y solo su cola volvió a emerger por un segundo, como una mano que decía adiós. La sorpresa fue más que grande. Disfrutamos de este espectáculo prácticamente desde la vereda.
Aguas adentro
Las Grutas es un balneario pero al poco tiempo salta a la vista que este pequeño rincón patagónico cuenta con una riqueza mucho mayor que sus playas resguardadas por barrancos. La naturaleza está muy presente y no tiene ningún pudor en acercarse al hombre.
El golfo San Matías se destaca por sus aguas cristalinas y cálidas, en las que se suelen ver delfines (común, oscuro y nariz de botella), lobos marinos (de uno y dos pelos), pingüinos y hasta orcas y tortugas marinas. Pero el gran atractivo es la ballena franca austral. Dentro de este marco natural privilegiado, el avistaje de fauna marina es una actividad imperdible durante todo el año.
Las excursiones se realizan a bordo de botes semirrígidos con capacidad para 12 personas. Es una actividad totalmente segura y apta para toda la familia. Las embarcaciones salen desde el puerto de San Antonio Este o desde Las Grutas, lo que permite apreciar el balneario desde el mar, con sus famosos barrancos.
Encuentros cercanos
Durante el avistaje la emoción se apodera de uno desde el primer momento. Los lobos marinos no faltan, ya que cerca de Punta Villa hay un apostadero en el que se los puede ver nadando o reposando. También se avistan pingüinos y diferentes tipos de aves. Los delfines son frecuentes y a veces se ponen a nadar a la par de la embarcación. Aún así, todo el que se embarca tiene como máximo anhelo el encuentro con las ballenas.
Su presencia se anuncia a lo lejos con una repentina nube de rocío sobre la superficie. El bote se acerca lentamente y la primera ballena emerge a unos metros de distancia, después aparecen varias más. Cada una se asoma, se mantiene en la superficie por un momento y se vuelve a sumergir, para volver a emerger más tarde y cerca de la embarcación. Las ballenas son sociables y curiosas; con el paso de los minutos cada vez se acercan más, hasta prácticamente rozar al semirrígido y pasar por debajo. La claridad del agua ayuda a verlas cuando están sumergidas y, con cámara en mano, saber de antemano por dónde van a aparecer. Es una experiencia inolvidable, no todos los días uno tiene la oportunidad de ver a la naturaleza cara a cara.
Con los pies en la tierra
Fuera del mar, Las Grutas todavía ofrece más atractivos. A 50 km se encuentran las salinas del Gualicho, un páramo de sal, carente de vegetación y rodeado de misterio debido a varias leyendas y creencias tehuelches relacionadas con desapariciones y hechos sobrenaturales. Durante el recorrido, uno puede subir a los enormes montículos de sal y apreciar el hermoso paisaje blanco con el mar de fondo. Un buen horario para ir es durante el atardecer, ya que a la caída de sol, el ondulante terreno blanco y el océano conjugan imágenes que cualquier amante de la fotografía estaría encantado de captar.
Otro de los imprescindibles es el bautismo de vuelo, un paseo de 15 minutos en un avión monomotor que permite apreciar desde el aire toda la belleza costera del partido de San Antonio. Las salidas se realizan desde el Aeroclub San Antonio Oeste, que se ubica dentro del aeródromo Antoine de Saint-Exupéry. El nombre hace referencia al autor de El Principito, que solía hacer escala en esta zona cuando volaba para la empresa Aeroposta Argentina.
Los que buscan algo más relajado pueden visitar el museo Jacobacci en la misma localidad, una restaurada casa de estilo inglés en la que vivió el ingeniero Guido Jacobacci, responsable de llevar el ferrocarril a esas tierras. El museo cuenta con diez salas dedicadas a la geología, paleontología, arqueología e historia del ferrocarril, entre otras temáticas.
Otra buena opción es ir a el Jahuel, una casa de té ubicada en el Área Natural Protegida Bahía de San Antonio. Allí se puede disfrutar de un desayuno o merienda, nutridos por una pastelería de primera. Además, se organizan tours por el área para el avistaje de aves y hasta cuenta con un pequeño museo en el que se guardan varias piezas que rescatan la historia y cultura tehuelches.
Se puede afirmar que Las Grutas es mucho más que un balneario. Ofrece historia, cultura y, sobre todo, un contacto directo y muy cercano con la naturaleza. No es sólo sol y playa, sino un destino diferente que, al igual que el mar, está en movimiento todos los días del año. (por Juan José Lanusse/Foto Diario Rio Negro)